Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
2 de febrero, 2011
Dicen que funcionarios del gobierno calderonista están pidiendo cientos de millones a las entidades federativas, por brindarles certidumbre, y dispositivos eficaces en el tema duro que a todos nos aprieta el alma. Están solicitando las perlas de mil vírgenes, y todos los azul celestes, entendidos como privilegios, solamente accesibles a las cortes de los jeques árabes.
A eso se le llama medrar con la angustia colectiva. Eso es lo que verdaderamente sucede atrás de las persianas, mientras que en la escena mediática, los discursos jactanciosos y triunfalistas, siguen alimentando el tedioso estribillo, embarrado a las pantallas caseras, como crema de cacahuate.
---¡No cejaremos….! ¡Todo el peso de la ley..! ¡Estamos en la línea correcta..!
Paralela a esta parodia, las llanuras populares del país, se encuentran al borde del incendio social. La raza de las calles y de los barrios mexicanos, no tiene nada que pedirle al odio y a la frustración de las masas enfurecidas del norte de África.
Si allá tienen a un Mubarak con treinta años de dictadura, aquí padecemos más de tres décadas con un modelo económico empobrecedor de las mayorías; un Congreso de la Unión cómplice, y unos partidos políticos, convertidos en forajidos del poder.
El concepto de la pobreza, tradicionalmente aplicable a la economía patrimonial de los ciudadanos, se ha extendido a todo un abanico de valores éticos, morales, ideológicos y políticos. La brecha del divorcio entre las élites que definen unilateralmente el rumbo de éste país, y la masa anónima que a duras penas se entretiene con futbol y telenovelas, es cada vez más ancha.
México ya no puede seguir con el mismo estilo gerencial, donde los conglomerados ciudadanos, pagan todo, y nada a cambio reciben. Medicinas caras, alimentos por las nubes, empleos raquíticos, leyes clasistas, impuestos para los de abajo y exenciones para los acaudalados.
Para quienes crean que, los sucesos violentos, que actualmente sacuden a Egipto y otras naciones de esa región africana, no se engañen: las revoluciones son como las esporas que viajan con la fuerza del viento.
Las condiciones de arrinconamiento que enfrenta la sociedad mexicana, no crea usted que son tan diferentes.
En muchos aspectos, Egipto y México comparten paisajes sociales y políticos idénticos: allá hay un gobierno aferrado a sus errores; aquí tenemos a un homólogo, alejado de la realidad, empeñado en echar las culpas a los medios y a sus enemigos políticos.
Tengan cuidado con el síndrome de las momias, porque al igual que allá, la sociedad mexicana ha estado callada, silenciosa y amortajada, pero en cualquier momento puede saltar de su sarcófago.
Los pueblos pueden durar muchas décadas aparentemente dormidos. Pero su despertar es terrible.
--------EL DIPUTADO NO CONTESTA LLAMADAS----------------
Dicen que, en diciembre del 2010, algunos priístas se impusieron la tarea de organizar posadas a la gente humilde de las montañas huastecas. No había dinero, pero sí muchos deseos de regalarles a esas familias campesinas, una tarde de dulces y piñatas para sus hijos.
Hicieron una lista de posibles donantes. Entre ellos figuraba el nombre del joven diputado federal Alejandro Guevara Cobos, que tiempo atrás había pasado por esas comunidades como una vigorosa ráfaga de viento, cargado de promesas y planteamientos.
El faramalloso chavo priísta, dueño de una singular personalidad, conurbada entre lo impulsivo, lo emocional y lo prepotente había cosechado en aquellos montes sagrados de Tamaulipas, los votos necesarios como para vivir sin preocupaciones, en la faraónica estadía del legislativo federal.
Obviamente, en aquellos momentos, Alejandro, tocayo de aquel General macedonio, conocido como “El Magno” ya ni siquiera se acordaba de las veredas marginales, y de la jodencia encaramada como niebla eterna sobre las rancherías serranas.
Por eso, cuando su secretario le pasó aquella incómoda llamada, el joven legislador, cuya agenda cotidianamente está ocupada con desayunos donde aparecen puras celebridades del jet set político, contestó con menosprecio:
----Diles a esos güeyes que no estoy. ¿Qué no ves que hoy tengo una comida con Gamboa..?
----Parece que están pidiendo apoyo para unas piñatas señor, le explicaron.
----¿Piñatas..?, sonrió irónicamente Guevara Cobos. ¿Y para esas mamadas me están buscando? Que las hagan con carrizos..ahí en sus ranchos hay un chingo.
Había cierta verdad histórica en las exclamaciones del diputado federal por Mante. La revolución se había amasado con sangre campesina, pero después la disfrutaron solo los generales, y posteriormente los políticos emanados de esa nueva aristocracia institucional.
El verbo mexicano por excelencia, abordado en las lecturas de Octavio Paz y de Carlos Fuentes, volvía a hacerse presente:
El joven diputado federal por Mante, pertenecía al mundo de los chingones. Y abajo, entre las agrestes cañadas del VI distrito, pululaban los hijos de la chingada. Sus votantes pues..