Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
7 de febrero, 2011
Las he visto, convertidas en diosas de los versos estelares de Neruda, junto al huerto húmedo del Parral chileno. En el único lugar del mundo donde, la luna andina se besa con la nieve, en las alturas silenciosas de los Andes. Las he visto cabalgar en la guitarra legendaria y sedienta del gran Silvio. Mujeres de caudillos, mujeres de poetas, mujeres de filósofos. Abuelas. Matriarcas de la historia. Pero ninguna de ellas me ha seducido tanto como aquella escritora francesa, la más belga de todas, por haber nacido en Bruselas, un 8 de junio de 1903. Marguerite Cleenewerck de Crayencour. La grandiosa, la única :Yourcenar.
Dueña absoluta de dos magias: la del conocimiento erudito y la palpitante prosa, nos heredó, entre otras, dos obras singulares: Memorias de Adriano y Opus Nigrum. Yourcenar era una hechicera de la inteligencia y la rebeldía. Sus obsesiones por el amor, la muerte y la libertad forman una columna vertebral, a lo largo de su vida literaria y existencial.
Es el atardecer. Sobre mi escritorio, las dentelladas del reloj, devoran el espacio de libros desordenados. Pero con gusto enfrento los latidos invisibles del tiempo, para hablar de dos mujeres singulares, que se han unido en la sensibilidad de sus patrones vivenciales. Y seguramente darán mucho de qué hablar, y de que escribir, con el poderoso despliegue cultural de sus talentos: Libertad García Cabriales y Cristina Rivera Garza. Liby es historiadora, filósofa del agro mexicano y de ese espíritu de surcos, entretejidos a los cañaverales. Es dueña de una sonrisa dulce y de un filo pensante, que abre un camino entre las aguas de la apatía, y nos invita a compartir sus mil y una lecturas.
Cristina por su parte, se hizo poderosa, en el silencio de una vocación espartana, leyendo libros técnicos, ayunos de metáforas. Su padre era ingeniero agrónomo. Poeta, historiadora y socióloga, esta mujer de mirada tímida, es la dueña del camuflage perfecto para apoderarse de nuestro interés por sus lecturas entretejidas en el tiempo.
Recientemente, la autora de, “Nadie Me Verá Llorar”, estuvo en Victoria para dictar una conferencia excepcional. No tuve la oportunidad de estar ahí. Pero me encantó uno de sus artículos publicados en Diario Milenio, titulado: “El Estado sin Entrañas”.
En dicho trabajo periodístico, elaborado con un estilo depurado, Rivera Garza cuenta la historia de una mujer enferma, que le escribe una ó varias cartas angustiosas, y angustiantes a un gobernador bajacaliforniano, en las postrimerías del gobierno encabezado por el General Lázaro Cárdenas.
Presintiendo el final de su existencia, la mujer luchaba en vida, por proteger su cuerpo, por poner a buen recaudo sus entrañas.
----No quisiera que hicieran autopsia de mi cuerpo, después de muerta. Pido a usted señor gobernador, interceda por mí, con su valiosa influencia, que me den sepultura en algún Pabellón, sin que mi cuerpo lo reduzcan a cenizas.
“Al entender de una mujer de avanzada edad y sin familia a la cual recurrir--escribe Rivera---, ese destino final, no era una ni una cuestión de honor, ni meramente personal, en sentido estricto. Sus entrañas eran una cuestión de Estado.
Esas parecen ser las larvas de aquellos cuerpos gobernados por el Estado emanado de la Revolución, después convertido en Estado Benefactor, bajo el esquema gatopardista, de cambiar para seguir iguales. Un proceso de descomposición política y social que encuentra su punto más crítico, con el Estado neoliberal y su violencia de cuerpos desintegrados.
-----El Estado Neoliberal, remata la escritora tamaulipeca, hasta ahora dominado por gobiernos panistas, pero de ninguna manera limitado a esa tendencia partidista, no ha establecido relaciones de mala entraña con la ciudadanía; sino algo todavía a la vez peor y más escalofriante: el Estado Neoliberal, estableció desde sus orígenes, relaciones sin entraña con sus ciudadanos.
A los planteamientos aquí vertidos por Cristina, yo agregaría algunas reflexiones que me parecen pertinentes:
En primer lugar, el brutal e inhumano sistema Neoliberal, entendido no solo como un modelo económico fundado en los macro análisis de la banca internacional, sino como todo un rostro masacrado de la vida social, y degradación familiar en éste país, fue fundado por los gobiernos del PRI, y más específicamente por Carlos Salinas de Gortari, desde el gabinete de Miguel de la Madrid.
Y consolidado ya como el señor de Los Pinos, Salinas les robó el programa derechizante a los panistas. En realidad Fox y Calderón son hijos contrahechos de ese amasiato entre el PRI y el PAN que ahora se vuelve en contra del primero, en medio de un crudo pragmatismo, donde las ideologías son también cuerpos de ideas cercenadas, abatidas por la ambición del poder por el poder.
Cuánta razón le asiste a Cristina Rivera Garza, (quien ha hecho de la literatura, una herramienta de compromiso social), cuando afirma que, las relaciones del cruel sistema económico actual, con sus ciudadanos, carecen de entrañas.
Son lazos insensibles, fríos, imperturbables, fundados solamente en el pulso bursátil, alejado del clamor colectivo, arrumbado en un abismo de familias disfuncionales: carentes de empleo, sujetas a salarios paupérrimos.
Para las mujeres, el concepto de la entraña, tiene un valor especial, porque desde su interior, germina la vida. Pero hay mujeres que van mucho más allá de ese divino acto materno. Y dan a luz, ideas que surgen desde la entraña social. Es el caso de Cristina Díaz Garza. Y obviamente, el de Liby.