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Mentira chafa

Raúl HERNANDEZ

26 de abril, 2011

Funcionarios  federales y estatales de la Secretaría de Desarrollo Social están enfrascados  en una disputa estéril sobre la pobreza en Tamaulipas y mientras que el primero dice que en Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo cuentan con segmentos de población muy pobre, voceros estatales dicen que eso  no es cierto.

Es el  mismo cuento que en su momento se manejo aquí en Nuevo Laredo cuando pomposamente se anuncio a fines del año pasado que la pobreza extrema se había desterrado. Por supuesto, es una mentira tan chafa que nadie la creyó en su momento ni la cree actualmente y basta  visitar alguna de las colonias de la periferia para comprobar las carencias en que sobreviven muchas familias.

Hay muchos factores para medir la pobreza. Una familia que en Nuevo Laredo no tiene clima artificial para hacer frente al calor, es pobre. También lo es la que no tiene para pagar los estudios universitarios de sus hijos; el que no  tiene para tomar al menos una semana de vacaciones al año; el que no puede  llevar a sus hijos al cine, por lo menos una vez cada quincena.

Mientras  haya pobres,  van a seguir  operando programas como el de Oportunidades, el del Ramo 33, el Seguro Popular. Mientras  haya pobres habrá necesidad de  regularizar las colonias asentadas en  terrenos ejidales,  habrá necesidad de  llevar servicios públicos a colonias creadas  de  manera irregular. Mientras haya pobres  habrá necesidad de casas como las de Reservas Territoriales.

No hay fórmulas mágicas para acabar con la pobreza. Recurrir a aquella anécdota que se le atribuye a Vlad Tepes –invitar a los pobres a un bacanal, encerrarlos y luego prenderle fuego al lugar--  es una barbaridad, como lo es también aquella de que nos cuenta Luis Estrada en su película Un Mundo Maravilloso, en la que  por decreto determina que la pobreza es un delito y mete a la cárcel a los pobres.

La pobreza es un tema que a las autoridades corresponde reconocer y atender en la medida en que el presupuesto lo permita, porque no hay presupuesto que alcance.

En otro tema, este domingo se  celebra el Día del Trabajo y a diferencia de otros años, no se percibe gran entusiasmo por parte de los  sindicatos.

Veinte años atrás, el Día del Trabajo era toda una fiesta para los sindicalistas que aprovechaban la celebración primero para desfilar por las calles con mucho orgullo de por medio y horas después se reunían en torno a una carne asada para convivir y compartir el pan y la sal.

Por supuesto, había quienes  desfilaban por obligación, pero esos eran minoría frente a los que sí lo hacían por gusto y por sentirse  contentos con los logros obtenidos a través de la organización sindical en la que estaban inscritos.

Eran también los tiempos en que los sindicatos aprovechaban para arremeter en contra de las dependencias públicas cuyos servicios dejaban mucho que desear a y a través de leyendas plasmadas en mantas, los obreros daban constancia de sus inconformidades.

Estos desfiles  también eran disfrutados por  un porcentaje del público a los que les parecía interesante ver y leer las leyendas en las mantas, además de  poder admirar la marcha de los obreros.

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