Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
8 de mayo, 2011
El tigre social ya rompió su jaula. Todo empezó cuando la guerra de Calderón mató al hijo de un poeta. Se olvidó el Presidente que estos hombres, como Javier Sicilia, no miran con los ojos, sino con el alma. Traen en sus alforjas, armas hechas de palabras. Son dueños de un encanto y de una fuerza desconocida. Sus metáforas, sus frases, sus convocatorias tienen el embeleso de la flauta, que un día llegó al pueblo de Hamelin.
La gente los sigue, los procura, porque no traen discursos escritos, ni corbatas perfumadas o trajes sastres, comprados en Paris ó en Nueva York. Su fuerza no proviene del poder establecido, sobre los aviones y las tanquetas. No caminan forrados de guaruras. No se mueven, arropados por el estrépito de sus estados mayores presidenciales.
Su fuerza reside en una pequeña luz interior. Un cirio que nace en el corazón, y brilla en el rostro. Ese es Javier Sicilia, ese es su movimiento. Está hecho de gente, de manos y de brazos, de rostros y de pies que avanzan por las calles de la patria, con la verdad en ristre, como lanza moral, contra los embustes de la dictadura institucional.
Los hijos de Isabel Miranda, de Nelson Vargas y de Alejandro Martí, pavimentaron el camino de la impunidad, en un país ausente de leyes; sujeto a la tristeza y a la angustia, de carecer de lo más elemental: su libertad para vivir y darse el destino que su esfuerzo familiar y personal le permiten. El México de Calderón es el país del terror, del miedo infinito.
La patria ya no aguanta más, la repetición del mensaje presidencial, heredero de las mentiras hitlerianas, redactadas y ensayadas por el propagandista del nazismo Joseph Goebbels. Los medios informativos tampoco podemos seguir siendo cómplices de un poder divorciado de las calles y los hogares. Hace mucho tiempo que, el discurso de los palacios y de las residencias del poder, se ha alejado mucho de la realidad cotidiana.
Ante la creciente debilidad y la apatía de los que gobiernan este país, el pueblo debe de despertar, está despertando. La movilización de ayer domingo desde Cuernavaca al Zócalo capitalino, es la más viva expresión de la solidaridad ciudadana.
No era el número lo que impresionaba, sino la calidad de las esperanzas, y el poder interior de los rostros que llegaron hasta el corazón del país, para advertirle al Presidente Calderón que, la soberanía no reside en Los Pinos, sino en el vuelo de los miles de pies que desarrollaron la caminata por la paz y por la justicia.
Da asco asomarse a la farsa de las elites políticas mexicanas. Mueve al vómito, hurgar en los rostros cansinos de los calderones; el teatro futurista de los Lozano, los Lujambio y las Vázquez Mota. El túnel corleonesco de los manlios, de los gamboas, de las paredes, y las cumbias ruidosas de los Moreiras. O las miradas dulcificadas de los Peñas Nietos. Todos estos, se forcejean por el poder. Unos quieren llegar. Los otros no quieren soltarlo. Mientras tanto, la violencia se extiende, y la gente común, el ciudadano de las calles anónimas, ha llegado a un punto de no retorno:
---¡Estamos hasta la madre..!, es el grito expansivo, repetido en ecos de rostros sudorosos; de mantas y de pancartas que se elevan, como signos de la memoria colectiva, bajo el cielo de mayo.
Justo en el centro despiadado de una primavera amarga, las voces de la patria lacerada, se levantan contra el militarismo mexicano.
El pueblo eleva su proclama pacifista. Todos somos parte de esta nación. Reflexionemos sobre lo que está ocurriendo: necesitamos mejores empleos y niveles más altos de bienestar social. En el fondo, la sociedad reclama, una participación más directa en el diseño de su destino. Ya no más diputados y senadores que se mueven bajo la consigna de un solo hombre. Ya no un Poder Judicial, lacayuno y adocenado, sujeto a la voluntad unilateral del Ejecutivo.
La marcha de ayer en el centro de la ciudad de México, fue un breve ensayo de esa furia social contenida en todo el país. Fue esencialmente, un mensaje a los políticos que, ejercen el poder como príncipes, entronizados bajo los designios de un legado divino.
Desde el Presidente de la república, pasando por los gobernadores y los jefes políticos de los municipios… escuchen las voces de la gente. Y no cierren sus oídos a los clamores del ardor popular. Lo peor que podría pasarles es ratificar su pose de leviatanes monárquicos, todo poderosos.
La ciudadanía ya lo está haciendo. Ya es hora que, los gobernadores y alcaldes, eleven también su voz colectiva y encabecen una movilización popular, para gritarle al gobierno federal..un ¡Ya basta..! y un ¡Ya estamos hasta la madre..!
Si los gobernadores no se deslindan desde ahora, de esa estrategia violenta, y no se suman a la indignación ciudadana, el juicio de la historia, también a ellos los juzgará.
Gobernadores..ha llegado la hora de romper el silencio. ¿Lo harán..? O seguirán ocultando la cabeza, alargando tristemente el disimulo institucional…? No esperen que el Presidente los deje de señalar con el dedo, como los chivos expiatorios de esta historia..Mi pregunta es: ¿Pasarán los gobernadores priístas a la ofensiva..?
O..¿con su silencio otorgarán validez al fango que, el Presidente les arroja desde Los Pinos..?
Habrá que esperar…
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Cuando dejó de ser el jefe de los pilotos oficiales, se compró un avión. Quienes estuvieron bajo su mando, coinciden en que, siempre se manejó con prepotencia. Y que al final se quedó con los estímulos que a ellos les correspondía. Todo un capitán de altos vuelos, en materia de corrupción.