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José Ángel Solorio

14 de julio, 2025

 ¿Qué beneficios ha traído al pueblo tamaulipeco, la creación y el funcionamiento de la Secretaría de la Contraloría?

 ¿Qué bendiciones ha acarreado la Secretaría de Desarrollo Económico y demás yerbas?

¿Ha realizado algo plausible, la Fiscalía Anticorrupción?

 ¿Qué logros puede presumir, la Secretaría de Agricultura en la región?

 ¿Hay algo concreto que haya desarrollado la Secretaría de Energía y similares?

 Si desaparecieran, realmente ocurriría un desastre en Tamaulipas: no.

 Regularmente hacen nada; de tal manera que si por una causa extraña se desintegraran los únicos que sufrirían serían los burócratas holgazanes que paldean el presupuesto de esas inútiles oficinas.

La Fiscalía Anticorrupción, se la vive anunciando que obsequiará órdenes de aprehensión contra burócratas inmorales, pero jamás la ciudadanía ha visto uno tras las rejas.

 No sólo da risa…

 …da vergüenza.

 Se desconoce cuántos funcionarios deshonestos, ha inhabilitado la Contralora; se ignora, a cuánto asciende el monto de lo recuperado de los bolsillos de esos pillos que durante sexenios han vivido a costa del dinero del pueblo.

 Se han hecho de la vista gorda con las raterías en la Secretaría de Salud; en la Dirección del Deportes; en la Secretaría de Agricultura; en la Secretaría de Educación de Tamaulipas.

¿Cuánto consume esta ostentosa como ineficaz estructura oficial, dizque para cuidar las manos a los pillos?

 ¿Cuántos trabajadores sirven a esa vital -en otros casos- red gubernamental?

 Ya es tiempo de preguntarse:

 ¿Es necesaria la existencia, de esos estorbosos brazos gubernamentales?

 No.

 Instituciones con titulares incapaces e impreparados; sin planeación y mucho menos conocimiento; acciones sin orientación ni orden, dan certeza a la ciudadanía que su desaparición no se extrañaría ni se lamentaría.

 Esas sí, debería plantearse enanizarlas o desaparecerlas.

 Y precisar: con la Cultura, no.

 No porque su titular sea un sujeto frívolo, superficial, de exquisitez suprema -Héctor Romero Lecanda-, se debe minimizar la importancia de la Cultura en el desarrollo humano de las comunidades. Él se merece, peor castigo; él, no la ciudadanía y la comunidad artística.

 A él sí:  dénle latigazos, encúerenlo y emplúmenlo; se lo ha ganado por su insistente insensatez y su superlativa estupidez.

 Fue un sueño con la IV T, la Secretaría de Cultura.

 La realidad nos despertó: el Segundo Piso, convirtió a los creadores en una secta mendicante; y a las mayorías, en indigentes culturales.

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