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Su ex protegido

Raúl HERNANDEZ

6 de julio, 2011

Dice un dicho popular que en pleito de multas, nadamás las patadas se oyen. Pues bien, eso es lo que está pasando en el enfrentamiento entre Elba Esther Gordillo y su ex protegido, Miguel Angel Yunes.

Que Yunes acuse a Elba Esther de haberle  pedido 20 millones de pesos mensuales cuando era director del Issste, no  causa sorpresa, entre quienes conocen la biografía mínima  de Elba Esther y su estilo gansteril de manejarse.

Si este tipo de señalamientos se produjeran en una nación donde impera la legalidad, ameritaría la intervención del gobierno para investigar lo dicho por Yunez. Pero  los mexicanos sabemos la clase de país en la que vivimos y la clase de gobernantes que tenemos. Todo va a quedar en la chunga y no va a pasar nada de nada. Tampoco es suficiente la exposición pública a que está siendo expuesta Elba Esther, que seguramente está convencida de que la moral es un  árbol de moras.

Doña Elba Esther puede seguir tranquila,  con la convicción de que nadie la va a llamar a cuentas. Puede seguir disfrutando de la vida en su casona de La Joya, California, casona de   casi dos millones de dólares que jamás podrá comprar un maestro, ni aunque ahorre su sueldo completo de 30 años, ni siquiera aunque tenga  varias plazas.

Yuñez  ya tendrá  tiempo para conseguir otra incauta o incauto, que lo ayude a continuar su carrera política, consiguiéndole cargos  como ser candidato a gobernador por Veracruz o director del Issste, o vaya usted a saber.

Lo que hoy sucede entre Elba Esther y Yuñez no es una  historia inédita y exclusiva. Este tipo de  historias se replican a lo largo y ancho del país, y  no excluyen ni a Tamaulipas ni a Nuevo Laredo. Dedique algunos minutos a meditar el asunto y seguramente   le vendrá a la memoria  un caso similar en el que un padrino o madrina ha sido traicionado por su ahijado o viceversa. Después de todo esto se reafirma aquello  de que entré más conozco a los políticos, más quiero a mi perrito.

Mientras tanto, este viernes concluye de manera oficial el ciclo escolar 2010-2011. Eso de que termina, es  un  decir, en realidad desde la semana pasada la mayor parte de los alumnos dejaron de ir a clases. Pero además, prácticamente, a partir de la segunda quincena de junio, los estudiantes ya  no llevaban clases y los maestros les ponían  películas para entretenerlos o les dejaban alguna lectura. Cada fin de año pasa lo mismo y la realidad es que hasta a los padres nos da flojera enviar a los niños a clases, porque de que pierdan el tiempo en la escuela o en la casa, mejor que se queden en casa.

Las autoridades  educativas harían bien en revisar  el calendario escolar. Al margen de los 200 días efectivos que nunca se cumplen, lo que importa es que niños y jóvenes reciban educación de calidad, sin importar si el calendario se reduce a 180 días o menos. En la medida que la calidad educativa  mejore, alumnos y padres tendrán mayor participación, proponiendo alternativas para la educación   fuera de las escuelas. Los retos de la vida moderna, exigen que junto con la educación regular en la escuela, el alumno  reciba capacitación afuera en otras habilidades, desde actividades culturales, hasta deportivas y recreativas y ese plus, le corresponde darlo a los padres.

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