Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
27 de septiembre, 2011
Que buena puntada se aventó el líder nacional del PRI, Humberto Moreira Valdez, al declarar que la verdadera competencia para su partido está en Andrés Manuel López Obrador.
De inmediato, Jesús Ortega y Marcelo Ebrad reviraron. El primero dijo que Moreira quiere un candidato a modo en el PRD, en tanto que el segundo invito a Moreira a que participe en la votación interna que el PRD tendrá en noviembre para definir a su candidato presidencial.
Hay que reconocer que el dirigente priista está siendo muy listo. Sabe que al dejar de ser gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto es vulnerable al golpeteo político y busca protegerlo, como lo ha estado haciendo en los últimos meses, provocando polémicas en las que él mismo es el blanco. Moreira blindó a Peña Nieto en los últimos meses, pero sabe que al dejar de ser gobernador y al dejar de manejar un presupuesto de 150 mil millones de pesos, es blanco fácil de las guerras públicas y privadas, emprendidas por los de fuera y los de casa. En México la historia es cíclica, aquello de muerto el rey, viva el rey, se aplica en sus cuatro puntos cardinales. Peña Nieto sigue siendo atractivo para los priistas en función de sus muchas posibilidades de ser candidato presidencial y de ganar las elecciones. Pero si lo descarrllan antes de tiempo, le van a empezar a surgir defectos de todo tipo.
En realidad está bastante claro que la competencia por la presidencia de la república se va a decidir entre el PAN y el PRI. Lo único que podría salvar a la izquierda sería que en un acto de humildad Andrés Manuel López Obrador decline a favor de Ebrad o Juan Ramón de la Fuente o a algún otro personaje de ese calibre moral. Pero López Obrador no va a renunciar. Esta fuera de sus cabales y en los últimos años ha actuado como un mercenario que si Heberto Castillo viviera se moriría de pena ajena.
López Obrador perdió atractivo a los ojos de los perredistas y de los ciudadanos y por eso Jesús Ortega habla de que sería un candidato a modo, para facilitarle la competencia a Peña Nieto. Su imagen esta tan venida a menos y aún hoy difícilmente podría ganar la gubernatura de algún Estado. Hoy pareciera condenado a ser el candidato del PT y Convergencia, los partidos propiedad de particulares, pero sostenidos con recursos públicos. Desde esa trinchera, únicamente se prestará para dividir el voto, y lo interesante sería saber hacía donde se inclinarían estos. O al menos que se ofrezcan al mejor postor, como lo hizo en el 2006 la maestra Elba Esther Gordillo.
La madre de todas las batallas se va a dar entre el PAN y el PRI, con ligera ventaja hacía el primero por ser gobierno. Hoy los panistas, como partido, tienen menores preferencias ciudadanas. También se fraccionan las preferencias para los aspirantes apuntados, pero todo eso va a cambiar cuando haya candidato. Ahí, si, todos van a estar unidos en torno a él. Y por todos nos referimos a dirigentes de partido, militancia, simpatizantes y gobierno. Todos bajo la conducción de Felipe Calderón, a través de Gustavo Madero. Es lo mismo que se hacía en tiempos del PRI y lo mismo que sucede en cualquier país, sea o no democrático. El jefe de gobierno quiere que su partido se mantenga al frente del mismo. Cada quien emplea sus propios métodos, pero el objetivo es el mismo.