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25 de agosto, 2013

La frase no es nuestra, es más ni siquiera la escuchamos de manera directa, sino a través de una tercera persona y su autoría se atribuye al ex diputado  local y ex secretario general de la CNOP, Lamberto Rocha Gómez quien le  habría dicho a un  ex alcalde, cuando estaba en funciones, que no conocía a nadie que después de tres años de ser alcalde se hubiese convertido en un hombre sabio, pero en cambio si conocía a varios que después de tres años salían loquitos.

Alguna vez, Horacio Garza Garza también habría comentado: “El poder cambia a las personas” y su interlocutor le respondió: “Hay te hablan Horacio”.

El mismo Horacio alguna vez comentó que cuando fue alcalde por primera vez, con la llegada de la navidad a su casa llegaban docenas y docenas de regalos, que eran acomodados en cada una de las habitaciones y había un momento en que literalmente ya no cabían y optaba por regalarle parte de los obsequios a su servidumbre.

Después de que dejó la alcaldía, en la siguiente  navidad  Horacio solo recibió tres obsequios y entonces le quedó claro que los regalos no se los enviaban a Horacio Garza, sino al presidente municipal.

Cuando Arturo Cortés Villada  fue alcalde, en el trienio recibió alrededor de medio millar de placas y reconocimientos, por su “fecunda labor” al frente de la administración. Los  había de todo tipo, desde metálicos, grabados en vidrio y los más modestos, impresos en papel. Una vez que concluyó su mandato, pocos se acordaron de él.

Que el poder marea,  cambia a las personas y las vuelve loquitas, ni duda cabe. Cada político reacciona diferente ante el poder adquirido, desde los que les da por ser abusivos,  hasta los que se convierten en mujeriegos.  El poder lo ejercen de distinta manera, desde los que les da por llegar muy tarde a sus citas, los que dejan plantada a la gente, los que no quieren pagar la cuenta, los que no agradecen si se les arrima una silla o se les ofrece una botella de agua.   A unos  les da por maltratar a los subalternos y de  vengarse de todo aquel que alguna vez no les dio su lugar y hay los hay que se creen tan dignos que no son capaces de jalar el cordón de la taza de baño.

Atrapados en el poder efímero pierden  la noción del tiempo,  convencidos de que su  poder va más allá del período para el cual se les eligió.

Es innegable que a los  humanos nos gusta que de vez en cuando nos palmeen la espalda,  escuchar alguna lisonja, que nos  feliciten por lo que hacemos, que nos chuleen,  nos gusta la vanidad, pues,  pero de ahí a perder el piso, hay mucha diferencia, máxime en un mundo globalizado en donde nadie, absolutamente nadie, es insustituible.

En la vida diaria, como en el mundo político, se debe tener los pies muy bien plantados en el suelo, porque luego resulta que por andar  flotando, resbalan y los  golpes  duelen.

Abundan los políticos que empiezan a aprender hasta que han dejado el cargo por el cual se sentían soñados. Cuando la gente les niega el saludo cuando la realidad les golpea el rostro y les muestra lo endebles que son, es cuando empiezan a aprender lo efímero del poder y lo eterno de su estulticia.

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