Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
14 de enero, 2010
Sea como sea y venga “de o’nde” venga, la gran decisión dejará muchos damnificados. En este sentido bueno sería preguntarnos cuántos de los que ahora ocupan los espacios informativos que prodiga el poder habrán de sobrevivir al sexenio que se aproxima. Claro, hay algunos a quienes lo menos que importa es trascender porque su futuro lo tienen hecho “y sobrao”, pero otros sí que tienen empeñada la esperanza porque al fin y al cabo están convencidos de ser necesarios pa’ la buena y recta marcha del sistema. Son los que bajo juramento se mueven a la media tabla del organigrama oficial animados por su emoción de triunfadores y a quienes no cabe en la cabeza que sus victorias en la administración pública sean pasajeras. Son los que consideran que llegaron pa’ quedarse y por lo tanto no les afectarán ni tempestades políticas ni las situaciones adversas derivadas de un jefe no idóneo a sus afanes. Son los que se creen imprescindibles. Así lo creen. La mayoría de ellos fueron reclutados en los últimos tres sexenios aunque debemos aceptar que algunos hicieron “pisa y corre” protegidos por la gran carpa de la institucionalidad. Sea que solo aprovecharon la oportunidad que les brindó el destino dejando obscuros y malolientes rastros de su pobre condición humana. ¿Cuántos trascenderán?, pregunto y me pregunto porque está claro que en la decisión está el gusto. Habrá quienes logren cambiar de bando corriendo a contra-flujo sorteando hábilmente las malquerencias, acostumbrados como están a la infidelidad, actitud que tampoco es criticable en una sociedad que arrastra desviaciones morales de origen. Aceptemos que esta cultura de la traición es inherente a la construcción de un sistema donde persisten las fallas por promesas incumplidas y el consecuente deterioro social y económico derivado de la mentira política. Y es que solo el poder gana frente a una masa desesperada que crece en la medida de su marginación. Este es un peligro que se retroalimenta después de cada golpe al bolsillo familiar, riesgo que no ha sido debidamente cuantificado por gobiernos como el de Felipe Calderón, cuya sensibilidad no brota del compromiso social sino del latido visceral inclinado siempre a la contra historia de México. Mientras tanto, en estas horas supremas para Tamaulipas se manejan los mismos nombres con las mismas posibilidades de hacer historia y ya queda escaso tiempo para conocer el nombre del probable gobernador del estado. Ya sabe usted que esto de la grilla, como en el béisbol, “esto no se acaba hasta que se acaba” y aun así en ocasiones el telón sigue arriba hasta concluir el reparto de los premios de consolación que serán tantos como la presión lo amerite. El asunto es que viene otra comalada al remplazo o “de refresco” cual dicen en el fútbol, como parte del relevo institucional a que llama el ejercicio del poder.¿Cuántos estarán en condiciones de celebrarlo?, ¿cuántos pasearán su amargura en los mismos lugares donde antes cantaron sus triunfos?. Asumir un cargo oficial es motivo de júbilo, aunque por salud mental siempre será mejor estar preparado para dejarlo. Claro, muchos no entienden que todo es pasajero y que en este mundo loco, loco, hasta la vida es prestada. Así pues, observando la soberbia actitud de ciertos “ imprescindibles” uno se pregunta, ¿cuántos habrán de sobrevivir en la inminente sacudida sexenal?. SUCEDE QUE La tragedia de Haiti unifica la fraternidad universal y que bien que México colabore para aminorar la desgracia Calderón de ipsofacto ordenó la presencia de cientos de médicos, un barco hospital y toneladas de alimentos, medicinas, etc. Claro, se trata de ponderar la imagen ante el mundo. ¿No sería bueno que hiciera lo propio en las regiones paupérrimas de nuestro país?. Al menos responder con la misma prontitud ante los desastres naturales que cada año nos aporrean con singular fiereza. Digo, pa’ empezar a creerle. Hasta la próxima.