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24 de diciembre, 2013

Cada fin de año es lo mismo. El Secretario del Trabajo da a conocer el incremento a los salarios mínimos y siempre son tan bajos, que suenan a burla.

Este año no fue la excepción. Alfonso Navarrete Prida, Secretario del Trabajo, dio a conocer que el nuevo salario para la zona A, que incluye a Tamaulipas, será de 67 pesos con 28 centavos. El que rige actualmente, y hasta el 31 de diciembre, es de 64 pesos con 76 centavos.

El aumento real es de apenas dos pesos con 52 centavos, o lo que es lo mismo, 17 pesos con 64 pesos a la semana, insuficientes para comprar una Coca Cola  de dos litros y medio, que anda en 22 pesos, pero a partir del 2014 subirá otros dos pesos, como resultado de la miscelánea fiscal que  determinó que subiendo el precio de los refrescos,  habrá menos venta y por ende menos gordos.

¿Qué se puede comprar con  los 2.52 pesos adicionales que recibirán los trabajadores de salario mínimo en el 2014?, prácticamente nada, además de que  la inflación  terminará absorbiendo el incremento.

Desde hace muchísimos años, el salario mínimo  se convirtió en un mero referente para fijar el valor de multas  y servicios que oferta el gobierno federal. Así se dice que quien omita el pago del parquímetro deberá pagar una multa  equivalente a tres días de salario mínimo, la licencia de conducir cuesta siete  días de salario, conducir en estado de ebriedad y ser detenido por las autoridades, se castiga con 100 días de salario mínimo y así por el estilo.

La realidad es que,  desde siempre, el salario mínimo ha sido  insuficiente para que se cumpla lo que establece nuestra Carta Magna de que debe alcanzar para que un trabajador mantenga decentemente a su familia.

Tiempo atrás la izquierda mexicana acuñó la frase “Salario mínimo al Presidente, para que vea lo que se siente”, que no es más que un grito de protesta por los  bajos salarios.

A principios del siglo XX, el periodista  mexicano John Kenneth Turner escandalizó a la sociedad mexicana, cuando publicó su libro México Barbaro y describió la esclavitud y las condiciones de pobreza en que trabajaban miles de mexicanos en los campos  yucatecos  y de Oaxaca y que permitían a los hacendados obtener ganancias  jugosas, sin importar que los indios yaquis murieran como resultado de las condiciones infrahumanas en que se les obligaba a trabajar.

La relectura de ese libro necesariamente  nos motiva a hacer comparaciones entre lo que pasaba a  principios del siglo pasado con lo que pasa actualmente,  donde  cambian los tiempos, pero todo sigue más o menos  igual.

Hoy más de 50 millones de mexicanos que viven en la pobreza siguen esperando que llegue el tan anunciado y ansiado desarrollo económico que hasta ahora solo se ve en el papel. En los tiempos de Vicente Fox este siempre se pavoneo de que México formaba parte de las potencias más ricas del país, porque se confundía creyendo que por tener a Carlos Slim ya la hicimos, cuando en realidad tenemos a Carlos Slim, pero también a 50 millones de jodidos.

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