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Raúl HERNANDEZ

1 de marzo, 2014

Se acerca el aniversario de la  fundación del PRI, con sus dos anteriores denominaciones, el próximo 4 de marzo,  pero también se cumplen 20 años de aquel famoso discurso que el 6 de marzo de 1994 pronunció Luis Donaldo Colosio Murrieta y que se ha prestado a  toda clase de leyendas.

Ciertamente en el discurso Colosio denunciaba la desigualdad entre los mexicanos,  la falta de democracia, los rezagos sociales, la impunidad, la corrupción, el abandono de los más pobres y muchas otras cosas más, pero es un discurso que se viene repitiendo  desde  que surgió el México independiente, en 1821.

Basta leer a los grandes liberales del siglo XIX, como a Ignacio Ramírez, a Guillermo Prieto o a los conservadores, como Manuel Payno, para darnos  cuenta de ello.

Aún no se terminaba de asimilar el discurso del 6 de marzo, cuando se  dio el asesinato de Luis Donaldo en Lomas Taurinas, el 23 de marzo, y de inmediato se empezaron a tejer las leyendas urbanas, entre ellas que el discurso del 6 de marzo había molestado, de sobremanera, a Carlos Salinas y entonces se urdió la trama para acabar con Colosio,  conspiración  que hasta ahora nadie ha podido comprobar, en un país donde la historia se suele mezclar con la leyenda y hoy hay quienes siguen pensando que en realidad nadie mato a Emiliano Zapata ni se desplomó la avioneta en que viajaba Pedro Infante.

Tiempo después, Alfonso Durazo, que fue secretario particular de Colosio, desde 1989 hasta su muerte y que después ocuparía el mismo cargo con el Presidente Vicente Fox, revelaría que en realidad el borrador del discurso fue presentado previamente a Salinas, quien luego de revisarlo, lo autorizó y después el propio Colosio le hizo algunas correcciones utilizando su pluma Montblanc, color sepia.

No hay que buscar la muerte de Colosio en ese discurso, sino en otros temas.

Aunque el discurso de Colosio no fue novedoso ni 1994, ni lo sigue siendo en estos días, en lo que si acierta es  en señalar los grandes rezagos nacionales. Hoy la impunidad, la corrupción, la pobreza, la desigualdad social, siguen vigentes en el país, igual que siempre. Acabar con esos rezagos no solo sería honrar a Colosio, sino a todos los mexicanos. Y esta debiera ser una tarea de todos, partidos y ciudadanos.

Pero todos esos rezagos se deben combatir con hechos, no con palabras. Aún recordamos,  y no podemos dejar de reír, cuando a finales del 2010, el licenciando Juan Jesús Benavides, que ostentaba el pomposo nombramiento de alto comisionado para el combate a la pobreza extrema, se aventó la puntada de decir que en Nuevo Laredo se había terminado la pobreza.  Fue una terminación de palabra, porque en los hechos siguió y sigue habiendo varios miles de familias pobres a los que por eso se les apoya con despensas, becas y dinero. Y lo que se les da no alcanza para sacarlos de la pobreza,  sino solo para ayudarlos a vivir con un poco más de decoro.

La gran desgracia de México es que nos hayan conquistado los españoles, si lo hubieran hecho los ingleses o los franceses, otro hubiera sido el destino de esta nación, a lo largo de los últimos 5 siglos y un poco más.

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