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Raúl HERNANDEZ

7 de marzo, 2014

La periodista y escritora Lydia Cacho estuvo en Nuevo Laredo, para ofrecer un par de pláticas, donde habló de la equidad de género, de la violencia contra la mujer y las niñas, de la prostitución, de la falta de comunicación entre las parejas.

Acompañada de su colega, Guadalupe Loeza, Cacho cautivo al público que asistió a su primera presentación, el jueves, en el marco del 90 aniversario de la fundación del periódico El Mañana.

Fue una plática salpicada de dardos y en la que abiertamente trato temas como la presunta violencia que el Presidente Enrique Peña Nieto ejercía contra su primera esposa y la que ejerce  con la actual. 

Tampoco se anduvo con las ramas cuando mencionó a las “monjas” entregadas a servir a Dios “y a los curas”. Presente, por cierto, estaba el padre Leonardo López quien permaneció  hasta el final de la  plática y eso habla muy bien de su tolerancia.

Inevitable fue que Cacho tratase el tema del pederasta Jean Succar Kuri, a quien exhibió en su libro Los Demonios del Edén,  y de la protección que recibió de políticos como el Gobernador de Puebla, Mario Marín, de sus nexos con  Emilio Gamboa Patrón  y Miguel Ángel Yunes, entonces Subsecretario de Seguridad Pública Federal.

Como parte de su  plática abordó la falta de comunicación entre las parejas, en materia sexual, y la  poca información que al respecto reciben los niños. Al  hablar del tema, uso un lenguaje directo, llamando a las cosas como son y el público reaccionó con  respeto. No vimos a nadie que se fuera, al escuchar palabras como “putas” o “clítoris”,

No deja de ser curioso que Cacho hable de la necesidad que tiene la sociedad  mexicana de que haya ejemplos de masculinidad. Es curioso, porque la sociedad también necesita ejemplos de feminidad, como lo es Cacho, una mujer admirable y envidiable.

En su libro “Memorias de una Infamia”, que apenas empezamos a leer la misma noche del jueves, Cacho narra, en un  estilo crudo su detención, a finales de 2005, por parte de agentes judiciales de Puebla, a raíz de que el empresario Kamel Nacif, con la complicidad de Mario Marín,  la acusó de los delitos de calumnia y difamación. Mientras uno va leyendo página tras  página, se solidariza con la fragilidad a la que se vio expuesta Lydia Cacho, como resultado de una red de complicidades entre las autoridades poblanas que busco  destruirla.  En el trayecto entre Cancún y Puebla, por carretera, dos agentes judiciales no se cansaron de torturarla verbalmente, amenazándola con arrojarla al mar, manoseándola, negándose a proveerla de antibióticos para bajarle la fiebre, colocándole una pistola en los labios,  advirtiéndole que en la cárcel sería violada, amenazándola con regresar a buscarla a Cancún si denunciaba el maltrato de que era víctima, bromeando que la matarían y dirían que huyo y por eso le dispararon, retrasándole la oportunidad de ir al baño. A pesar de las amenazas, ella no bajo la guardia. Y un año después sería exonerada.

La sociedad mexicana necesita de más ejemplos de feminidad como el de Lydia Chacho. El  mensaje de Cacha  para las mujeres, y para todos, diríamos, es: No se dejen, defiendan sus derechos. La verdad termina imponiéndose.

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