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15 de julio, 2014

Con la autorización de los tres nuevos partidos políticos, a muchos mexicanos les parece excesiva la presencia de 10 partidos en la vida nacional. Y eso que hubo otras 49 organizaciones que también solicitaron ser reconocidas como partido y no lo lograron

Pese a que suene excesivo tener 10 partidos, conviene recordar que antes de que se fundara el Partido de la Revolución Mexicana -- antecedente del PRI actual --, en marzo de 1929, en todo el país había alrededor de 8 mil partidos.

Había de todo tipo, estatales, regionales, locales. Al servicio de gobernadores, caciques, de la iglesia católica. La CROM, entonces la organización laboral más fuerte, tenía su propio partido, el Laborista, que llegó a tener 40 diputados y 11 senadores.

En el tomo 11, de la Historia de la Revolución Mexicana, del Colegio de México, el historiador francés, Jean Meyer, destaca que los partidos pululaban de manera caótica,

En Veracruz, el Gran Partido Oriental Veracruzano  aglutinaba 150 partidos y clubes, El Partido Socialista Radical Tabasqueño reunía a 544 organizaciones y 164 Ligas de Resistencia. El Partido Liberal Progresiata Chihuahuense, contaba con 242 organizaciones. En el Estado de México tenía 200 partidos y el Distrito Federal, 107.

Sin embargo, los hombres fuertes de cada región fueron dominando la escena política. Así en San Luis Potosí impuso su mando; en Tabasco, el Partido Socialista Radical al servicio de Tomás Garrido Canabal; y en Tamaulipas, el Partido Socialista Fronterizo dirigido por Emilio Portes Gil.

La CROM, dirigida por el bandido de Luis Napoleón Morones, formó su propio partido,  ya que la ley prohibía a los sindicatos  hacer política y fue así que surgió el Partido Laborista. El partido llegó a tener gobernadores en Zacatecas, Querétaro, Hidalgo, Aguascalientes, Puebla y Tlaxcala, sus 40 diputados, 11 senadores y Morones se convirtió en Secretario de Industria, Comercio y Trabajo.

Cuando Plutarco Elías Calles promovió la creación del Partido de la Revolución Mexicana lo hizo con la intención de aglutinar a todos esos partidos en uno solo.

Ahora bien, cuando el país tenía 8 mil partidos, estos operaban con recursos aportados por sus propios militantes, a diferencia de la época actual en que una parte de sus  ingresos los obtienen a través del financiamiento público. Eso es lo que hace la gran diferencia.

El financiamiento público ha convertido a los partidos en un botín, al menos en lo que corresponde a los partidos con  una presencia reducida en nuestra sociedad, pues sus dirigentes utilizan los  recursos para darse la gran vida.

Ciertamente hay controles fiscales que han establecido las autoridades para vigilar el uso correcto de los recursos de los partidos, pero la supervisión es tan relajada  que los dueños de los partidos hacen lo que quieren, pues saben que a lo más que se  exponen es a que se les aplique una multa de cinco mil  pesos, por no informar el destino de 100 millones.

 

 

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