Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
5 de agosto, 2015
A fuerza de padecer los problemas éstos se convierten en parte de la normalidad, cuando menos así llegan a percibirse.
Pero no aludimos al problema de la violencia ya asimilado, aunque no resuelto. Mucho menos a las fugas de los delincuentes de cárceles que, sin importar su calificación, que no certificación, de alta seguridad, siguen viéndose como parte de la cotidianeidad carcelaria.
Para variar de tema, nos referimos al puente que une a las ciudades de Reynosa con Pharr o, para ser más preciso, a la mitad, justamente la del lado mexicano, de ese cruce internacional.
Recientemente, el presidente Enrique Peña Nieto inauguró, en Reynosa, como parte de su obra más publicitada, no circunscrita a Tamaulipas, sino nacionalmente, un tramo carretero que precisamente da acceso al puente de referencia. Se destacó la importancia económica que el tramo vial puesto en marcha tiene como parte de un eje carretero que atraviesa el país y que promete facilitar el transporte de carga y el fortalecimiento de una economía, que ahora recibe constantes golpes por el alza de la divisa norteamericana y la reducción de inversiones, hasta ahora, en materia petrolera, renglón en el que se habían cifrado grandes esperanzas de una bonanza que hoy parece lejana.
El puente internacional Reynosa-Pharr, bautizado en el lado texano con el nombre del ex congresista Eligio “Kika” de la Garza y en el tramo tamaulipeco como Nuevo Amanecer, fue parte de los grandes proyectos concebidos para crear la infraestructura que ayudaría a que el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) cumpliera con uno de sus principales objetivos: facilitar el tránsito de mercancías entre México, Estados unidos y Canadá. Considerada como la vía carretera más corta entre el centro de México y la frontera permitiría, a eso se aspiraba, que las más variadas mercancías, desde productos perecederos, hasta componentes electrónicos y piezas de artesanía, por citar sólo algunas, se internaran rápidamente y, de ser necesario, raudamente se conectaran los vehículos que las transportan con la carretera 281 para llegar, si así se requería hasta el norte de la Unión Americana y, de ser necesario, a Canadá.
La inauguración, así, se programó como un gran acontecimiento. Era la gran prueba de cooperación entre dos naciones, cristalización de anhelos de superación comercial y muestra de que una nueva era se hacía presente para la encomía de los tres países.
Así, en el año 1994, poco después de que justamente entrara en vigor el primero de enero el TLCAN, se convocó a la ceremonia en la que se declararía abierto al tráfico de vehículos el puente internacional.
Para ese efecto los gobernadores de la época, de Texas, George W. Bush y de Tamaulipas, Manuel Cavazos Lerma, se dieron cita precisamente en la línea divisoria de las dos naciones para declarar formalmente inaugurado el gigantesco puente, con una longitud de 5.2 km (3.2 millas, aproximadamente).
El puente se encuentra suspendido por columnas que le permiten cumplir con su función sin necesidad de interferir las labores agrícolas o de otra índole de la región en ambos lados de la frontera. Los pasajeros de las unidades motrices podrían ver desde las a alturas los campos que, divididos por el río Bravo, juegan un importante papel en la producción agrícola regional.
Así, durante el atardecer de un día en el que se marcaría una nueva etapa en las relaciones y la economía entre los países integrantes del TLCAN pero, particularmente, para Texas y Tamaulipas, que tenderían una nueva vía de comunicación internacional, las comitivas de ambos gobernadores avanzaron hasta el punto de reunión, donde todo había sido preparado para exaltar la gran cooperación internacional.
En el caso de Tamaulipas, Cavazos Lerma tuvo oportunidad de pronunciar un discurso que fue correspondido por un sonriente George W. Bush con un cálido saludo y palabras que confirmaban el gran paso que se daba.
Pero concluida la ceremonia y cuando todos se disponían a abordar los vehículos que los trasladaron hasta medio puente, el gobernador Cavazos decide no subir a las unidades que se encontraban listas para el retorno hasta la aduana mexicana y procedió a iniciar un recorrido a pie. El alcalde reynosense de aquel entonces, Rigoberto Garza Cantú, así como miembros del gabinete estatal y representantes de medios informativos que cubríamos la información del memorable evento nos unimos a la caminata.
Para ese momento ya todos, funcionarios e invitados, nos habíamos dado cuenta de que la obra que se ponía en funcionamiento había sido torpemente construida, a grado tal que no se podía ocultar la tremenda falla de cálculo que convertían una obra que debería ser orgullo de la ingeniería mexicana, en una muestra fehaciente de incompetencia.
El puente es una sucesión de planchas de cemento que descansan sobre soportes de concreto que habían quedado con distinta elevación, provocando que los tramos quedaran a distinto nivel con tanta diferencia con respecto uno del otro que era muy fácil de advertir ya que el desplazamiento de las unidades sobre la parte correspondiente a México era impactado de tal manera que se provocaba un bamboleo que hacía prácticamente difícil el imprimir gran velocidad a los vehículos, teniendo éstos que avanzar lentamente para no sentir la molestia que la obra provocaba.
Al llegar a medio puente e iniciar el recorrido de la parte correspondiente a Estados Unidos la suavidad en el desplazamiento contrastaba notoriamente con el defectuoso tramo mexicano.
No estamos en condiciones de afirmar que el temperamental Cavazos Lerma, en una reacción de enojo por las deficiencias de la construcción, fácilmente advertibles, prefirió caminar para inspeccionar el malogrado inmueble que requirió una enorme inversión.
Hasta ahí la anécdota de la inauguración.
Lo que vino después en aras de paliar la defectuosa obra, ha provocado, a lo largo de los últimos años, indignación y burla.
En un intento por componer la falla algunos de los funcionarios de las dependencias oficiales, suponemos, procedieron a ordenar, en una mezcla de ignorancia y complicidad, que se cubrieran las imperfecciones de los segmentos de la estructura con cemento rematado con tiras de metal en los puntos de unión de los desnivelados bloques.
Sólo por corto tiempo las reparaciones surtían efecto. El paso de los raudos trailers hacía que saltaran trozos de cemento, como cáscaras de cacahuate pisoteadas, que inutilizaban el ingenuo remedio.
Varios intentos similares tuvieron lugar sin que lograran reparar el daño estructural de la defectuosa obra.
Sin embargo hace unos meses, un nuevo, que pretende ser definitivo, intento por encontrar la solución a la falla se puso en marcha.
Cuadrillas de obreros han trabajado incesantemente, inclusive por las noches, pavimentado con una ancha capa de concreto hidráulico, reforzada por estructuras de gruesas varillas, la parte que hasta hoy no ha sido reparada.
La obra no ha podido ser concluida. Las molestias han sido constantes y la circulación se restringe en ambos sentidos. Afortunadamente, en ese caso, el puente cierra a las 12 de la noche. De lo contrario serían muchos más los accidentes provocados por la falta de señalización adecuada.
El tránsito de unidades de carga y particulares se ve afectado y la nueva reparación no parece que se concluya en un plazo inmediato.
No deja de sorprender la cantidad de recursos que, suponemos, provienen del erario público, que han sido destinados durante los veinte años de existencia del puente para tratar de arreglar algo que de origen tiene una seria falla. Toneladas y toneladas de materiales han incrementado el peso del cruce internacional en el segmento mexicano.
Sin contar todas las inversiones anteriores, la actual, de no existir este problema, permitiría pavimentar con reforzado concreto hidráulico 52 cuadras que representan mucho más de lo requerido para alguna de las colonias reynosenses que recibirían gustosamente un gran impulso urbanizador.
La pregunta, sin embargo, es ¿Dará resultado en esta ocasión la reparación?
¿Cuánto cuesta tratar de remediar la situación? Es un dato que debería ser revelado.
Hace unos años, cuando se hizo el anuncio de la construcción del puente Anzaldúas, de similares características, el entonces gobernador Eugenio Hernández Flores, ingeniero de profesión, que presidía la ceremonia, soltó como sarcástica broma la expresión "A ver si éste les queda bien" en alusión al antecedente vergonzoso del puente a Pharr. Casi todos reímos, desde luego, menos los constructores.
Por si parece la palabra ignominia utilizada como calificativo en el título de esta columna inadecuada, anexamos la definición: Deshonor, descrédito de quien ha perdido el respeto de los demás a causa de una acción indigna o vergonzosa.