Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
4 de junio, 2010
En la última conferencia del PRI, algunos reporteros se extrañaron de que la dirigencia tricolor estuviese haciendo un llamado a la promoción del voto. Hubo quién opino que eso en vez de favorecer al PRI, lo perjudica porque con su voto duro es suficiente para ganar y que cuando la ciudadanía sale en masa a votar, siempre es por otros partidos. El anterior argumento era válido en otras épocas, hoy no. La elección con mayor participación en la época moderna del país se dio en 1994. El PRI ganó la presidencia de la república ese año con más de 17 millones de votos y en cambio, en el 2000 el PAN ganó con 15 millones 998 mil votos. Con el paso de los años cada partido ha consolidado un voto duro. Cuando los que no se identifican con ningún partido salen a votar, no lo hacen cruzando cualquier logo, sino por el candidato que a su juicio tiene la mejor propuesta. En el 2007, por ejemplo, votaron 108 mil personas aquí en Nuevo Laredo y el PRI, con Ramón Garza Barrio, se llevó 71 mil votos, cifra nunca antes vista en una elección local pues lo más que había obtenido el PRI eran 54 mil votos. Es decir, creció en 17 mil votos que fueron obtenidos de ciudadanos apartidistas o de la sociedad civil, como ahora se le llama como si todos los que se identifica con un partido no fueran sociedad civil. Se equivocan quienes piensen que si se da una alta participación ciudadana esos votos de más se irán a la oposición. Se irán para los partidos y candidatos que logren convencer a esas personas de que vale la pena ir a votar. El PRI está habiendo una campaña con un doble propósito: primero reafirmar el voto de los propios priístas y en segundo, convencer a los apartidistas de que lo favorezcan con su confianza. Es más, en privado, los candidatos del PRI no tienen la menor duda de que van a ganar, pero dicen que la idea es ganar con mucha ventaja, para llegar fortalecidos ya sea LA cámara de diputados o al ayuntamiento. Por otra parte, la campaña de Salvador Rosas se convirtió ya en una tragi-comedia que da pena ajena. Ante tantos yerros, sus seguidores ya no saben si reír o ponerse a llorar. A las renuncias de candidatos que se han presentado, es altamente posible que se sume una más. Ahora le toca el turno a un conocido panista y este, este, este … todos se preguntan quién será. El señor Rosas está haciendo el gran ridículo de su vida. No solo enfrenta el rechazo y desprecio de los panistas, sino que además su gente más cercana se le retira, pues no quieren que los alcance la chamusquina. Hasta su compadre Eduardo Garza anda arrepentido de haberlo llevado con César Nava para que lo arropara como candidato. En otro tema, desde mucho tiempo los migrantes forman parte del discurso de gobernantes de todos los niveles, pero son más una referencia estadística que una preocupación real y de poco sirve que sean la segunda fuente de ingresos para el país, solo después del petróleo. En las campañas de hoy, era inevitable que se les mencionara y todos hablan de las bondades que ofrecen para apoyarlos. Pero la realidad es que esos apoyos escasean siempre.