Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
31 de julio, 2010
Con todo y lo que pueda decirse en contra del exdirigente nacional del PAN, Manuel Espino, por írsele a la yugular al Presidente Felipe Calderón al grado de compararlo con Hugo Chávez, creemos que este tipo de críticas no solo son sanas sino saludables y en la medida que se generan estas prácticas, más pronto se podrá instalar una democracia plena en México y no una de ficción, sostenida con alfileres, como la que tenemos.
La alternancia en el poder de poco ha servido en la incipiente democracia mexicana, a pesar de que luego de las elecciones presidenciales de 1988, el país empezó a tener cambios a favor de la democracia, como el aceptar el primer triunfo de un gobernador opositor, en 1989, en Baja California, y luego la ciudadanización de los procesos electorales a partir de 1990.
Sin embargo falta mucho camino por recorrer para tener una democracia similar a la de los países europeos o como la de Estados Unidos, porque nadie ve bien que se haya críticas entre militantes de un mismo partido. Es fuego amigo, es lo primero que se dice.
Todo mundo ve mal que los militantes de un partido lancen críticas contra los dirigentes o gobernantes de su propio partido. De inmediato se les tacha de traidores, cuando la crítica y la autocrítica debiera ser una regla normal, como normal debiera ser que se separen las críticas de las diferencias personales.
Si alguien lanza críticas contra un gobernante y luego se les ve juntos platicando mientras toman un café o una copa, de inmediato se piensa que hubo un arreglo político en el que hay dinero, posiciones o privilegios de por medio.
Cuando un padre discute con su hijo porque no está de acuerdo con algo que este pretende y luego se van a platicar y a limar sus asperezas, ninguna madre es tan superficial como para pensar que el padre soborno al hijo, o viceversa.
En México se requiere que haya más crítica y más autocrítica, para que los gobernantes hagan mejor su trabajo, porque sucede que si lo crítica un opositor, no le hace caso pues dice que habla por ardido y si lo crítica alguien de casa, dice que es un traidor y total que ni a uno ni a otro hace caso, de tal manera que de nada sirven críticas certeras y bien intencionadas.
Por eso luego sucede que nuestros políticos se sienten y se creen dioses cuando están en el poder, porque la práctica mayoritaria es que todo mundo los lisonjee; les chulean hasta la ropa que usan, aunque no sea nada fashion; les festejan sus chistes, aunque no tengan gracia y el problema es que los políticos terminan por creerse todo y piensan que Maquiavelo o Platón van a revivir para reescribir sus tratados de política, basados en las experiencias del nuevo doctrinario.
Pero además criticar no debe ser sinónimo de enemistad, porque es algo similar a cuando uno va a comprarse una camisa y le pregunta a la esposa, a los hijos o incluso a otro cliente que ni conoce, si esa camisa se le ve bien y si la respuesta es negativa, nadie se enoja y por el contrario, es probable que uno termine por dejar la prenda y buscar otra.
Hay que aplaudir a Manuel Espino por sus críticas y para que su ejemplo se multiplique en todos los partidos, en todas las áreas de la actividad pública y privada para que México pueda dar un paso más en su camino hacia la democracia.