Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
5 de agosto, 2010
Hace 20 años, caminar por las calles aledañas al puente I, en horas de la madrugada, semejaba a una escena durante el día. A lo largo y ancho de unas 15 manzanas, hombres y mujeres, maduros y jóvenes, caminaban rumbo a un centro nocturno donde había variedad en vivo, iban a bailar a alguno de los muchos lugares que combinaban baile con bebidas o simplemente se metían a alguna de las cantinas, a escuchar música de la radiola.
Andar por esos rumbos a altas horas de la madrugada era muy seguro. No había robos de vehículos, los asaltos eran raros, y hasta las mujeres se sentían seguras, porque aunque estuvieran solas y se encontraran en la calle a un grupo de borrachos, a lo más que se exponían era a que se les lanzara un piropo grosero.
En el día, en ese sector había también mucho movimiento, con docenas de negocios en locales y en mercados que ofrecían toda clase de artesanías que ofrecían a los turistas americanos. En el centro de Nuevo Laredo se conseguía artesanía de cualquier parte del país, desde guayaberas yucatecas, barro negro de Oaxaca, platería de Taxco, artículos de piel de León, dulces de Michoacán y Guanajuato, todo, obviamente, a mayor precio que el que se ofrece en sus lugares de origen, pero de todos modos los adquirían los turistas.
En tiempo de calor, los turistas compraban una cerveza o una bebida preparada y se la iban tomando por la calle, ante el espanto de nuestros residentes que nunca han ido a Cancún o a Las Vegas, para descubrir que allá pasa exactamente lo mismo. Otros contrataban los servicios de calandrias muy rusticas jaladas por caballos flacos y viejos, para que los paseara por la avenida Guerrero.
En el trienio de Daniel Peña Treviño, su gobierno convoco a los comerciantes del sector centro para invitarlos a cambiar de giro para estar listos ante los nuevos hábitos del crecimiento. Casi nadie lo escucho y hubo quién reclamo su derecho a equivocarse por voluntad propia.
Pues bien, hoy la zona que comprende el centro histórico está muerto, comercialmente hablando. La vida nocturna, como existía hasta hace seis o siete años, despareció, los negocios de artesanías fueron cerrando ante la falta de clientes; los turistas americanos ya no vienen, ya no se les ve tomando una copa en plena calle, ni se les ve contratando los servicios de una calandria. También desaparecieron varios restaurantes que tenían como sus principales clientes a los americanos.
La muerte comercial del centro es responsabilidad de muchos, porque desgraciadamente abundaban los comerciantes que abusaban de los americanos y les venían en 15 dólares una botellita de vainilla que en un supermercado vale menos de 20 pesos o les vendían una cartera de piel burda a 45 dólares, con el pretexto de que era piel verdadera. Los abusos eran abundantes porque se creía que los turistas traían mucho dinero consigo.
Hoy que el centro ha muerto, hay quienes añoran un regreso a esos años, pero el centro, como muchas tradiciones, forma parte de un pasado que ya no regresara, aunque no nos guste.