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Raúl HERNANDEZ

29 de septiembre, 2010

Tiene mucha razón el bravucón de Ricardo Gamundi, cuando dice que al PAN no le interesa el momento de las elecciones,  sino cuando se decide el reparto de las diputaciones de representación proporcional.

Cada proceso electoral  pasa lo mismo: la oposición no participa para ganar, sino para ver cuántas diputaciones y cuántas regidurías  obtiene.

Y en cada elección es lo mismo: en los  primeros lugares de las listas se colocan los dirigentes estatales y municipales de tal forma que  tienen un lugar seguro, aunque su partido quede en el primer lugar, en el segundo, en el tercero y aún más alejado.

Lo más chistoso es que aunque la ciudadanía no los apoyo en las urnas, una vez que se les han asignado diputaciones y regidurías se llenan la boca de un falso orgullo, diciendo que la ciudadanía  les otorgó esas posiciones, cuando en realidad son acuerdos entre los partidos, avalados en la ley.

En la última elección, se dio el caso de un orgulloso y pedante candidato que dijo que él no iba por  tres o cuatro regidurías, sino por todas y también por la tesorería, la secretaría del ayuntamiento, la policía y muchos cargos más. Y hoy que se estrella con la realidad, dice que “ganamos cinco posiciones”. ¿Dónde está el triunfo?

A mí por eso me gusta la  gran dignidad con que actúo Ignacio Quiñones en 1983 cuando ganó las elecciones, el gobierno le arrebató el triunfo y sus seguidores rechazaron las dos regidurías de representación proporcional a que tenían derecho, aunque luego aparecieron dos esquiroles que levantaron la mano para que los hicieran regidores.

Si en México no tuviésemos un proceso electoral controlado por los partidos ya se hubiera establecido un sistema para democratizar  las posiciones de representación proporcional, asignándose, por ejemplo, para el  candidato que quede en el segundo lugar.

Ahora que también hay quienes sugieren que desaparezcan estas posiciones o que se regulen, digamos,  asignándoles sueldos simbólicos  puesto que no pueden tener los mismos merecimientos que el que sí ganó en las urnas. Pero todo esto nunca va a  pasar en México mientras los procesos electorales los  controlen y decidan los partidos políticos.

Mientras  tanto, seguirán existiendo  diputados y regidores de representación proporcional y curiosamente, seguirán siendo más poderosos que los que si ganaron en las urnas.

Hoy ser senador, diputado federal, diputado local o regidor  de representación es más provechoso que haber llegado  por la vía de la mayoría y este esquema se repite en todos, absolutamente todos los partidos.

En el mismo PRI, como es el propio caso de Ricardo Gamundi, se  da más  valor a quienes llegan por la vía plurinominal que por la vía de mayoría. Hoy Gamundi dice que al PAN no le interesa la elección sino el momento en que se deciden las diputaciones plurinominales y es exactamente lo que él hizo.

Los partidos no quieren poner en riesgo la “imagen” de sus prohombres enviándolos a competir por mayoría y prefieren asegurarles un espacio sin que tengan que despeinarse.

Al rato a Vicente Fox o a Carlos Salinas les va a entrar la cosquillita de querer ser senadores, pero ni el PAN ni el PRI quedrán exponerlos a que sufran el desprecio de sus votantes y los van a registrar por la vía de minoría.

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