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El menos malo

Raúl HERNANDEZ

3 de julio, 2009

Más allá del análisis de los datos duros de las últimas elecciones o de la oferta política de candidatos o partidos, lo que queremos es invitarlo a reflexionar sobre la necesidad de participar en las elecciones de éste domingo y con nuestro voto contribuir a incrementar las posibilidades de triunfo del candidato de nuestra preferencia. O votemos por el menos malo, si ninguno de los candidatos nos convence. Votar es un derecho y un deber ciudadano. No siempre gana el candidato que nos simpatiza, pero cuando votamos nos sentimos con una enorme calidad moral para criticar al ganador cada vez que se equivoca en su faceta de gobernante. Y no es que nos regocijemos con sus errores, pero nos gusta pensar en la forma en que estaría gobernando ese personaje al que le dimos el voto en la última elección y no gano. Las elecciones de éste domingo son atípicas. Nuevas reglas electorales, que en realidad no son tan nuevas, pues se aprobaron en noviembre de 2007 y enero del 2008, tuvieron un efecto tan negativo en las campañas que estas fueron sosas y aburridas y en el caso de Nuevo Laredo no lograron calentar el ambiente, con todo y las altas temperaturas que se han registrado en los dos últimos meses. El ambiente electoral fue tan frío que todo el mundo político está convencido de que el abstencionismo será mayor del 60 por ciento y que podría llegar al 70 por ciento. O lo que es lo mismo: que salgan a votar tres de cada 10 electores registrados. Puede ser que esto pase, pero al margen de eso, lo importante es que los ciudadanos cumplamos. No podemos decidir por los demás, pero sí por uno mismo. Sí 7 de cada 10 ciudadanos decidieran no ir a votar, sus razones tendrán, como las tenemos los que decidamos que sí hay que ir a votar. En el 2000 la participación ciudadana fue de un 55.25 por ciento, en el 2003 cayó a un 35.78 y en el 2006 logró recuperarse y paso al 48.23, solo para que un año después, en las elecciones locales, volvieron a desplomarse en un 39.43 por ciento. Si se cumplen los pronósticos sobre el alto abstencionismo, a partir de septiembre los partidos estarán revisando la legislación electoral para reformarla y buscar incrementar la participación ciudadana que de hecho es lo que se quería con la reforma que se está aplicando en esta elección. En el 2006 las denuncias post-electorales en el sentido de que hubo fraude –fraude que nunca se pudo comprobar documentalmente—obligaron a las reformas electorales del 2007, entre ellas, la obligación de contar la totalidad de los votos, cuando la diferencia entre el ganador y su más cercano competidor sea igual o menor a un punto porcentual. La regla muy bien pudiera aplicarse en la delegación Izatapalapa, en el Distrito Federal, donde la competencia es entre perredistas, el partido que precisamente en el 2006 exigía el recuento voto por voto, en cada una de las más de 130 mil casillas instaladas en todo el país. Hoy en Izatapalapa hay una diferencia de un punto porcentual entre la candidata del PRD y el del PT. La moneda este en el aire y si se da una competencia tan cerrada, el perdedor va a pedir que se realice un recuento casilla por casilla, la bandera que enarbolaron en el 2006 y que estarían obligados a volver a enarbolarla para evitar suspicacias.
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