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5 de febrero, 2011

Como la densa niebla que cubrió la ciudad hace unos días, el crujido del proyecto político Oscar Luebbert, ha impedido que la Opinión Pública visualice lo hecho -y lo no hecho- por el Ayuntamiento reynosense que capitanea Everardo Villarreal. La ciudadanía y sus observadores han centrado su interés en la exigencia de una respuesta gubernamental al apestoso –más en el sentido político- asunto de la basura. Se ha quedado de soslayo la tarea del equipo del alcalde y de sus  compromisos de campaña que para ganar tuvo que hacer con el electorado.

En cuatro semanas de ejercicio de la autoridad municipal, Everardo se ha visto poco. Y lo poco que se ha visto, ha sido de pena ajena. Primero: no encuentra la puerta para resolver el oloroso –en el sentido económico- conflicto de los desechos. (Culpar a su antecesor sería ponerse la soga al cuello, toda vez que mucha de la lana que anda perdida muy probablemente, -así se estila en nuestro sistema político- se hizo llegar a la campaña electoral del PRI y de su candidato a la presidencia municipal). Segundo: tiene sembrados en su gobierno a buena parte del grupo luebbertiano. (Adolfo Guerrero, Oscar Alexandre, Aída Flores Peña, Esther Camargo y amigos que los acompañan). Tercero: el derrumbe del presupuesto municipal que amaga con rebasarlo ante la ola de deudas dejadas por Luebbert y sus compinches, lo ha estresado tanto que ya despepitó ante el gobernador Egidio que el alcalde que se fue, se llevó todo lo que había en caja incluyendo cuantiosos créditos que no se invirtieron.

 Los colmilludos Alexandre y Guerrero se han agazapado. El primero ha dejado las tareas de su dependencia en manos del primer padre de la ciudad, en un afán de sobrevivir; el segundo, se ha dejado ver con más estulticia que gallardía, tratando de defender a la administración municipal pasada –hay que recordar que fue Contralor del Ayuntamiento- con una retórica oscura e incomprensible. Aída, con esa discreción que le caracteriza pretende salvarse de la hoguera –¡Es actualmente la Contralora del Ayuntamiento de Everardo!- sonriendo cándidamente a los comunicadores cuando la cuestionan sobre los negros manejos del erario del gobierno de Luebbert. Camargo, abusando de la buena fe de los informadores anda como si nada en todo evento público con una cachaza formidable.

 Ese grupo de colaboradores, de no estar con el lodo al cuello sería un soporte vigoroso para el alcalde Villarreal. Aquel hediondo escenario –en todos los sentidos- ha obligado a Everardo a echar mano de sus amiguitos de colegio y de francachelas.

 (Y obvio: en primer lugar a sus familiares…).

Y ahí  la lleva. Sus consanguíneos, y los consanguíneos de sus consanguíneos, están al frente de las tareas fundamentales de la ciudad. Desde algunas áreas administrativas de la Comapa, pasando por la Secretaría de Desarrollo Social y Obas Públicas, hasta la oficina de Comunicación Social están en manos de la nueva familia feliz reynosense. En estas cuatro semanas de presencia villarrealista en el Ayuntamiento, el hoy apestado –en el sentido político- equipo de Oscar Luebbert ha sido convertido por la magia de Everardo en una parvada de tiernos e inocentes gorriones.

Cosas de la política...

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