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17 de febrero, 2011

Qué pasó con Juan Diego Guajardo? De aquel candidato de fácil charla con la ciudadanía; de aquel joven político que prometió cambios espectaculares en la ciudad y en su forma de gobierno; de aquel empresario preocupado por la economía del pueblo, pasó a ser un amurallado presidente municipal que sólo recibe en sus oficinas públicas a sus amiguitas de colegio y a su sobrino Bernardo Gómez Guajardo.

 Con la vieja cantaleta de la crisis, se esconde de los ciudadanos porque “nomás vienen a pedir”. (Empresario al fin, tenía que traicionarlo su naturaleza). Al parecer no necesitan diseñar un plan municipal de desarrollo: los asesores del alcalde ya se fusilaron el anterior, el cual con adecuaciones será dado a conocer a la ciudadanía en unas semanas.

 Muy a tono con las estirpes felices que pululan por la entidad, Río Bravo también tiene su familia alegre. El más, pero más contento es Bernardo. (Nayo, como le dicen sus más fraternos amigos). Es copropietario de una imprenta, que realiza la mayor parte de los servicios de ese tipo, a la Presidencia municipal. Pero no sólo eso. Ha creado este joven emprendedor, una red de proveedores –amiguitos suyos- que presumen ser los dueños de rentables contratos con el Ayuntamiento.

 Ese negocio es menor, en comparación a otro más productivo: el de los aviadores. Centenares de nuevos trabajadores se sumaron al Ayuntamiento en enero del presente año. Son estos empleados, muchos activistas panistas que trabajaron en la campaña electoral del ahora alcalde; otros, la mayoría juniors sólo se presentan cada 15 días a cobrar su estipendio. Se dice, que Juan Diego y algunos de sus más íntimos colaboradores firman por muchos de esos trabajadores fantasmas.

 El regidor priista, José Luis Domínguez, comentó:

 “Al inicio de esta administración, en enero de 2011, dieron de alta a dos mil trabajadores”.

 -Y dicen que no hay dinero…-, subrayó en tono irónico.

 La ingenuidad del alcalde Diego, ha sido otro obstáculo para el despliegue favorable de la administración. Decidido a no gestionar recursos ante la administración de Egidio Torre, ha optado por recurrir a dependencias federales. Craso error. Sus asesores, lo han llevado a un innecesario pleito de taberna con la administración estatal. O al menos a un enfriamiento de las relaciones que al inocente presidente no le conviene.

 Contra lo que la mayoría pensaba, Diego no fue la solución para Río Bravo. Porque una cosa era Juan Antonio, un hombre hábil, osado y con enormes alianzas a nivel nacional, y otra es Juan Diego cuyo hundimiento político se ve cercano…

  …a menos claro: que lo salve la Morenita del Tepeyac.

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