Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
14 de julio, 2009
Human Rights Watch, una de las organizaciones de derechos humanos más importantes en los Estados Unidos pone en tela de juicio el respeto a la sociedad civil por parte de los militares mexicanos, en sus operativos en contra de la delincuencia organizada. Dicen los dirigentes de esa agrupación, que se tienen documentados decenas de quejas en contra de los soldados, por abusos y utilización de la fuerza innecesariamente. En una carta dirigida a la secretaria de estado, Hillary Clinton, Human Rights Watch da a conocer su preocupación “por la creciente cantidad de abusos cometidos por militares durante los operativos contra el narcotráfico y de seguridad publica, tales como violaciones sexuales, asesinatos, torturas y detenciones arbitrarias, y porque los autores de tales delitos no son debidamente investigados, ni juzgados”. Desde que se sacó al Ejército de los cuarteles y se le dio la facultad de combatir al narco, la medida fue cuestionada. Hubo voces en contra argumentando que a la larga, ello iba a traer problemas. Hoy, después de varios años en la calle, es creciente la ola de comentarios que dudan de la efectividad castrense en esas labores. No deberían de ponerse en duda los resultados positivos de las acciones del ejército en seguridad pública. Hay manera de demostrar que ha habido buenos dividendos; Detenciones de personajes importantes de la delincuencia, destrucción de plantíos y laboratorios. No se puede negar que su presencia inhibe y preocupa a organizaciones criminales. Tampoco que es el ejercito una institución muy respetada por los mexicanos. Probablemente la única, si la comparamos con otras como las policías estatales o municipales. La sociedad mexicana ve en el ejercito un cuerpo serio, a cuyos elementos se que le teme y obedece. Sin embargo, también es cierto que ha habido excesos de algunos elementos militares, que han maltratado y agredido a ciudadanos inocentes. Y ha habido otros que simplemente, han desertado para sumarse a las filas de la delincuencia, a donde han llevado y puesto a sus servicios los conocimientos adquiridos en la escuela militar. Hoy, en el momento más critico de la guerra al narco, se alzan voces en su contra. Y es muy discutible la pregunta sobre si deben o no seguir los militares en las calles. Lo más sensato en este caso es considerar que retirar ahora al ejército de la lucha, sería un mayor error que el que supuestamente se cometió cuando se le asignó a esa función. Actualmente, la presencia militar es el único obstáculo que tienen las organizaciones criminales en las zonas del país donde operan. Sin esa figura patrullando las calles, el orden ya fuera un ente desconocido. El ejército, desde adentro debe reconocer que algo no le está funcionando, que hay una falla en su operatividad. Y que corre el riesgo de que la sociedad, que hasta hoy los apoya, los repudie. Porque cada familiar de quien ha sido agredido, se convierte en un enemigo de la milicia, en un vocero anti militar. Eso, puede crecer. Es necesario que se legisle sobre la participación del ejército en las calles. Para que haya condiciones establecidas y limites. Y además, que el gobierno mexicano garantice que las acusaciones de abusos y otros delitos cometidos por militares, sean investigados y juzgados por la autoridad civil. La gente de bien de este país cree que los operativos y retenes son buenos. La clave está en que los soldados se apliquen. Que hagan su trabajo con respeto a la ciudadanía. Sin perder su gesto duro y severo, porque finalmente son militares. Pero con respeto a quien nada tiene que ver con la delincuencia.