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Entre altares

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31 de octubre, 2011

El recuerdo del doctor Rodolfo Torre Cantú estuvo presente en un altar de muertos que se instaló en la sala de regidores.

Junto a la  fotografía de Torre Cantú se colocó la de Don Benjamín Galván Maytorena, padre del presidente municipal Benjamín Galván Gómez.

No fue el único altar, hubo otros en otras áreas del edificio de la presidencia municipal, dedicados a otros personajes y adornados con todos los artículos típicos de un altar, desde el pan de muertos,  tejocotes,  caña de azúcar,  calaveritas de dulce,  veladoras blancas,   calacas en cartón,  papel picado, dulces típicos, jarros de barro,  alguna bebida etc.

Y en medio de todo esto, el Director Municipal de Educación, Jaime Mendoza Vega, dijo que en las escuelas se recomendó a los directores promover la instalación de altares de muertos, pero quedaron en libertad de realizar  fiestas de disfraces para  celebrar el Halloween.

Cada año se repite la misma historia, entre los que condenan las festividades extranjeras y los que están a favor.

Pero los que no quieren el Halloween, son los mismos que en sus casas tienen toda clase de aparatos electrónicos extranjeros, su lap top, el Ipad, el DS, el black berry, porque usar la tecnología extranjera no atenta contra nuestras tradiciones. Y tienen razón, eso de comunicarse con señales de  humo, provoca flojera.

En realidad,  montar altares de muertos en nuestras casas y al mismo tiempo tener una fiesta de disfraces, donde los  sobrinos, los primos,  los hijos y demás familiares se  disfrazan de drácula, Jasón, Michael Majers o de  payasos, piratas, brujas etc., es de lo más divertido, incluso si se nada más se va a ver. Y eso no nos  quita lo mexicano.

Esto es como los pueblos indígenas mexicanos. Hay quienes se desagarran las vestiduras exigiendo que a los Tarahumaras, a los Mayas, a los Lacandones y  demás, se les  deje vivir en sus comunidades, sin tener acceso a los servicios básicos, ni hablar español, ni usar ropa de fábrica,  ni comer comida  enlatada, para que sigan conservando la pureza de sus pueblos, aunque se estén muriendo de  hambre.

Mientras  tanto,  resulta de lo más chistoso ver que en la colonia Madero no están permitidos los comercios y sin embargo, por la Paseo Colón, desde la Reforma al oriente, hay por lo menos dos albercas de renta, un gimnasio, una escuela de danza, una mercería, cuatro puestos de snack, un despacho de abogados, tres viveros, una escuela de modelaje, una escuela de pintura etc. Cada fin de año se instala un puesto  con vendimia de fuegos artificiales.

 De la Reforma al poniente, la Paseo Colón, el sector cambia de nombre y también cambian las reglas. Ahí sí, a lo largo de ese tramo, hay negocios de todo tipo y lo curioso es que aunque cambia de nombre la colonia, sigue siendo la misma avenida y la misma ruta.

¿Qué pasará ahora que se cambie el Consulado Americano a ese sector? El tiempo lo dirá.

En Washington hay docenas de  embajadas de países de todos los continentes y se encuentran en sectores residenciales, algunos muy viejos y  recorrer las embajadas, por fuera, es parte de los paseos  que disfrutan los  turistas.

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