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PRI, ¿sepelio anticipado?

Max Avila

11 de mayo, 2009

Con todo y el triunfalismo de su dirigente estatal, el escribidor considera que al PRI poco le falta pa’ que se instale en el museo del olvido. El escudo tricolor pasaría a ser una reliquia, de esas que en un rincón el tiempo las destroza, vuelve polvo y finalmente nada, nadita de nada. Usted dirá que eso es imposible cuando el próximo julio podría erigirse como triunfador y con su respectiva publicidad, hasta en “campeón de la democracia”…y tiene razón, solo que “el podría” no existe y en todo caso se ve tan lejano como el cumplimento de las promesas de sus candidatos a dipus federales. Plis, no olvidéis la shinga de hace tres años, Cierto, el PRI es fuerte y poderoso que en sus patrios colores cobija a otra comalada de vagos, con sus honrosas excepciones, dispuestos a tirar la mona tres años en el palacio de san Lázaro…tres años de güeva, de buenos vinos y comidas, de hoteles de cinco estrellas, de viajes por el país y el extranjero, de compañías triple A, sueldos y compensaciones no soñadas, y una credencial bordada en oro que abre cualquier cerradura de corrupción…of course, todo con cargo al bolsillo del castigado contribuyente que de por si no encuentra forma de llenar el vientre a Carstens. Ya no hay duda, ser diputado deshonra y la constancia como tal ya no es orgullo sino vergüenza para la descendencia. De manera que el PRI podría convertirse en pieza de museo y todo por culpa de los candidatos cuyas campañas caminan por brechas, caminos y veredas, sin encender siquiera una débil fogata que les ilumine el rumbo…en este sentido existen sobradas evidencias de que las campañas “no prenden” y es muy posible que se deba a que cuando menos la mitad empezaron de cero, lo cual significa que la existencia de otros tantos aspirantes a dipus han transcurrido en el anonimato. El PRI ha cambiado hasta en las camisas de horribles colores de naco patriotero que portan sus dirigentes. Ha cambiado y ni parece que esté en campaña porque luce olvidado, humillado, pisoteado por quienes debieran rendirle permanente homenaje y sobre todo gratitud. Antes los candidatos tomaban como casa de campaña a su partido, era su segundo hogar donde se respiraba entusiasmo, optimismo, fraternidad lo cual fortalecía el espíritu de triunfo…¿qué ha pasado?, ¿porqué el olvido?. ¿Acaso falta una buena dosis de dignidad o moralina que reavive las ansias por alcanzar la victoria de manera contundente, como fue costumbre durante más de siete décadas?. Si a los candidatos no les importa siquiera visitar su partido, mucho menos tomarán al inmueble como su hogar. A lo mejor suponen que no le deben nada. El PRI luce el mismo abandono del indigente que agoniza en la vía pública por congelamiento. Ahí hay tristeza en tanto que las ruedas de prensa semanales están convertidas en auténticos coliseos donde impera la violencia verbal con la descalificación como argumento sustancial del penoso y masoquista desencuentro. Las campañas para cualquier partido son fiesta y alegría, sin embargo en el PRI parece que se asiste a un sepelio. Ahí nadie habla y los funcionarios huyen para refugiarse tras sucias puertas que esconden miedo y desconfianza. Señoras, señores, este no es el PRI que admiramos y así no vale la pena que rescate Los Pinos…he dicho. Hasta lueguito.
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