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Raúl HERNANDEZ

30 de marzo, 2013

A partir de este día, el Registro Federal de Electores pondrá en marcha, por primera vez en su historia, el sistema de   reposición de la credencial,  hasta el 28 de junio, inclusive, es decir, pocos días antes de la elección, pactada para el 7 de julio.

Es una  de copia de la credencial, pues no se podrán corregir los datos que contiene, y que además aparecen en las listas nominales,  pero en cambio permitirá  que el ciudadano pueda tener un documento de identificación, y lo más importante, que pueda votar el día de la elección.

En el pasado se han dado varios casos de  candidatos que  pierden la credencial días antes de la elección y se han quedado sin votar, por los candados que  existían en la ley, pues estamos hablando que antes de esta modalidad aprobada por el Instituto  Federal Electoral, dos meses antes de la elección no había  forma de  obtener una nueva tarjeta, en caso de extravío.

En el 2010, para no ir tan lejos, Everardo Quiroz, candidato del PRD a la alcaldía, se quedó sin votar, por  no haber perdido la credencial. Alguna vez lo mismo le paso a Fernando Pedraza, cuando fue candidato.

Y no tener credencial en este país, ni de paso pasaporte ni cartilla militar –lo que suele  ser muy frecuente— es tanto como no tener identidad a la hora de tener que hacer algún trámite oficial y aún privado.

De hecho el principal uso de la credencial de elector es como medio de identificación. Hay miles  de casos, millones en el país, de personas que jamás  han votado. Y no solo hablamos de personas con poca instrucción escolar, también hay casos de profesionistas  -- y hasta de algunos  que han sido dirigentes de partidos políticos--  que  usan la credencial para identificarse, de tal manera que   esta innovación del IFE  va a ser de gran utilidad.

No va a faltar, desde luego,  quien diga que esto se presta a suspicacias, pero  concedámosle al IFE el beneficio de la duda y veamos lo que ocurre en los próximos meses con esta  modalidad.

A propósito del IFE, se equivocan quienes pretenden que si se registrase un voto masivo, el PRI automáticamente perdería, ese es un mito que no soporta el análisis histórico.

En las elecciones del 2007 y 2010, el PRI acaparó 7 de cada 10 votos, es decir, ni juntos la oposición  pudo ser capaz de obtener al menor la mitad de los votos del PRI.

Si en México fuese posible que las masas  salieran no a votar, sino a tomar las calles. Otro sería el destino del país. ¿Se imaginan protestas al mismo tiempo, en 200 ciudades del país, donde se reunieran 50 o 60 millones de personas? Con una capacidad así, todos los gobernantes  harían bien su trabajo. Pero todo esto es una utopía, como lo es pensar que algún día  salga a votar el 90 o el 95 por ciento de la población, como sí sucede en algunos países europeos.

Más que pensar en un voto masivo, seamos responsables y ocupémonos en ir a votar nosotros mismos, sin esperar a que el IFE u otra institución nos convenza.

 

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