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Diversión y turismo

Raúl HERNANDEZ

25 de julio, 2013

El miércoles,  en dos ocasiones pasamos  frente al casino Juega Juega y en ambas el estacionamiento estaba tan congestionado que docenas de  vehículos  tuvieron necesidad de dejar sus coches en el terreno baldío que se ubica a  un lado. Incluso nos toco ver a más de una docena de personas esperando el camión, justo enfrente del inmueble,  escena  que por primera vez  vemos.

La apertura del lugar, además de ser un éxito, refleja la necesidad que tiene la gente de Nuevo Laredo de auténticos espacios de  diversión. Nuevo Laredo es una ciudad alegre, donde se  canta, se baila, se ríe, se disfruta, aunque la inseguridad de pronto impide hacer todo eso.

El año pasado,  cuando la diputada Rosa María Alvarado Monroy dio su  Segundo Informe de Actividades, se pronunció por trabajar todos unidos por recuperar el Nuevo Laredo  de  hace algunos lustros,  cuando los jóvenes y las familias podían ir a pasear por la avenida Guerrero, a  disfrutar  las  plazas públicas, cuando las corridas de toros y el juego de beisbol profesional eran permanentes, cuando  la gente podía salir a tomarse la copa y andar hasta al amanecer y nadie los molestaba.

Eran los tiempos en que conseguir una mesa en El Rancho a veces  requería esperar un poco, pero la recompensa era escuchar al mariachi que no paraba de tocar toda la noche. Y eran los tiempos en que los salones de baile abrían sábados y domingos y todos estaban a reventar, por jóvenes que lo que querían era bailar o ligar, o ambas cosas.

Varias cafeterías permanecían abiertas toda la madrugada para atender a la clientela y no era raro que a esas horas  un  cliente  tuviera que esperar a que una mesa se desocupara.

Por el llamado centro histórico, en la mayor parte del día, cientos de turistas  gringos compraban artesanías en las decenas de tiendas especializadas  --alguna vez estuvo la esposa del ex presidente de los Estados Unidos, Lindon B, Johnson, Bird Johnson-  acudían a los restaurantes de postín, todos ya cerrados, entraban a las cantinas y bares. Otros acudían con los médicos generales y especialistas, surtían la despensa en las tiendas  departamentales, iban a los toros, al beisbol o a buscar diversiones de adultos, convencidos de que  no solo no los molestarían, sino que incluso les darían un trato cálido.

Una escena común y que provocaba que más de un periodista se desgarrara las vestiduras exigiendo  respeto y orden, era ver a los  turistas caminar por la avenida Guerrero con una cerveza en la mano escena que uno  ve en muchísimas ciudades estadounidenses y mexicanas y no pasa nada, pues lo que el  turista quiere es calmar su sed, no emborracharse.

Ese Nuevo Laredo se nos fue hace un tiempo ya y estamos de acuerdo con la diputada Rosa María en que sería padre recuperarlo, aunque igual y somos ingenuos y sería  tanto como  creer que entre los niños se puedan volver a poner de moda el trompo, el balero y  las canicas o si en las tiendas de electrónicos se  venderán  televisores en  blanco y negro y stereos para  discos de acetato.  Todo eso  existe, pero para que el  tiene nostalgia, no para ponerse de moda. En fin, ¿ese Nuevo Laredo que se nos fue, algún día regresará?.

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