Con todo el Poder de la Información

Luis Alonso Vásquez

Dirección General

Martha Isabel Alvarado

Sub Dirección General

Logotipo Reportes en la Red
El Partenón
Alberto Guerra Salazar

Al rescate de laguna en Reynosa

Alberto Guerra Salazar

José Inés Figueroa

El vaso casi lleno

José Inés Figueroa

Arnoldo García

Desatados

Arnoldo García

Cd. Victoria

Antes y después

Max Avila

5 de enero, 2011

 

Los tiempos cambian y uno lo entiende. Norberto Treviño Zapata solía abrir las ventanas de sus oficinas en gobierno. No utilizaba aire acondicionado y en eso lo imitaban sus funcionarios. Era costumbre verlo asomar de vez en vez hacia la plaza Juárez de frente al cine “Obrero”, el hotel “Las palmas” y por supuesto el restaurant “Campos”, el de las enchiladas verdes con crema, exquisitas, al igual que los pays de crema y piña. Al concluir la faena caminaba por la calle Francisco I. Madero (Alameda) hasta llegar a su casa ubicada por Carrera Torres, a poco más de un kilómetro.

Los domingos paseaba por la plaza “Hidalgo” al lado de su familia, disfrutando la tradicional serenata, sin ayudantes que dificultaran el saludo ciudadano. ¡una chulada la sociedad de entonces!.

Por las mañanas arribaba a palacio acompañado solo por Toño, su chofer, en punto de las nueve horas, ni antes, ni después. Ya le esperaba el profesor Sánchez Cárdenas su secretario particular, el cual en cuestión de minutos lo ponía al tanto de los asuntos del día y, “¡a jalar!. Era la rutina, salvo eventos especiales que se acomodaban a las circunstancias y prioridades.

Praxedis Balboa con todo y lo frontal que fue con su predecesor y algunos ex funcionarios, conservó la austeridad y aunque al final se descompuso en razón de su oposición a la autonomía universitaria salió avante utilizando cierta dosis de tolerancia. Es de los menos recordados pero uno de los mejores constructores.

Ni que decir de Manuel Ravizé a quien lo podía usted topar donde menos se lo imaginaba, incluso podando los rosales de la modesta residencia hacia el sur de la “Juan B. Tijerina”. Después de cada informe don Manuel gustaba reunirse con invitados y periodistas en el casino victorense, echarse unos buenos “jaiboles”, comer a plenitud y escuchar al conjunto típico tamaulipeco, sobre todo cuando entonaban “el querreque” cuyos versos bien le acomodaban. Un hombre sin complicaciones.

Pero quizá nadie más campechano que Enrique Cárdenas González, hiperactivo en todas sus manifestaciones, manejando su vehículo, enfrentando los problemas en el mero lugar de los hechos y siempre listo desde las cinco de la mañana cuando se recetaba el primer café. Y creo que lo sigue haciendo.

No posponía soluciones y “en caliente” fue su mejor fórmula.

Emilio Martínez Manautou por su parte, aunque llevó a distancia su administración por las razones conocidas, siempre estuvo a la vista del portador. Acostumbrado al glamour de la grilla defeña se hacía acompañar cuando mucho de dos guardianes que lo cuidaban más bien pa’ que se mantuviera sobrio. Pero no era difícil entrevistarlo con todo y su mal humor provocado quizá por los excesos.

Por su parte Américo Villarreal salió airoso del canto celestial que acompaña al poder. No cayó en la tentación de rebasar su condición humana y hasta el último día de su existencia se le vio como siempre fue, un hombre modesto a quien no apenaba realizar las compras de la semana en el super bajo el entendido de que en política lo que sube tiende a bajar.

A su estilo Cavazos Lerma, Yarrington y Eugenio  Hernández han sido de los místicos que no conciben la política alejada de la sociedad. Como que lo uno es parte de lo otro y de lazos tan sólidos al grado de que el gobernante es simple intermediario en el logro de la satisfacción colectiva y por lo tanto ha de ser pública y notoria su presencia aun en las condiciones más difíciles.

Los tiempos cambian, digo, pero como que a veces, por más justificaciones que existan, no conviene hacer invisible al poder.

SUCEDE QUE

Oiga, pareciera que la bronca entre el SNTE y la SET es más grave de lo que se creía. Ya se sabe que una de las diferencias es la presencia de “el chino” José Luis García al lado de Diódoro Guerra. Y es que nadie olvida que “el chino” dejó un tiradero bruto cuando fue secretario. Pero ni crea que es la única referencia. Lo dicho, el magisterio vela armas y ojo porque los rencores acumulados son  muuuuuuuy malos consejeros.

Y hasta la próxima.

(maxi-avila@hotmail.com)

Más artículos de Max Avila
El Partenón
Martha Isabel Alvarado

¿Así o más veloces?

Martha Isabel Alvarado

José Luis B. Garza

La frontera, un tercer país

José Luis B. Garza

Carlos López Arriaga

Doña Luz, su cara oscura

Carlos López Arriaga

Clemente Castro

Van contra la impunidad

Clemente Castro