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Max Avila

3 de enero, 2011

1.- Eugenio Hernández Flores cumplió hasta el último día. Todavía en los albores de su relevo inauguró obras y con la frente en alto entregó el mando al tiempo que recibía público reconocimiento. Algunos  de sus críticos, de esos que suelen escribir “a toro pasado”, aceptan que en la ceremonia respectiva la ovación fue general. Y qué bueno, porque eso dice mucho de su régimen.

Hasta aquí vamos bien, sin embargo no sucedió lo mismo en ciertos municipios donde sus alcaldes salieron por la puerta de servicio y más que eso, literalmente echados, pa’ decirlo de forma elegante, perseguidos por sus acreedores. En este paquete de la ignominia hay que anotar cuando menos a seis de los más importantes con democrática representación en el norte, centro y sur del estado. Y todos del PRI.

Hace algunas semanas cuando el escribidor intuyó la graciosa huida de tales alcaldes sugirió que la dirigencia tricolor estaba en la obligación de ofrecer disculpas por la infame actuación de sus abanderados. No hace falta explicar la desgracia que significaron tales mandatos,  pero sí hay que lamentar el tiempo perdido. Sea que la solución de los problemas de siempre ha de posponerse en la esperanza de que quienes lleguen los hagan suyos y actúen en consecuencia. Hasta ha de creer.

Considerando lo anterior el de la voz insiste en que el PRI afronte el penoso asunto y con mayor razón ahora que se da como un hecho el retiro de Gamundi,  quien según presume, será rescatado por el próximo dirigente nacional.

Yo digo y sostengo que nobleza obliga, sobre todo cuando a Ricardo se le reconocen los triunfos electorales sembrados en tres procesos que “haiga sido como haiga sido”, fortalecieron la hegemonía tricolor.

De manera que así como se aprecia su paso por el liderazgo, debiera aceptar que en algunos casos su partido se equivocó, aun cuando nadie garantice que no se vuelva a equivocar. Gamundi está en tiempo de hacerlo, si es que lo hace, si no psssss no.

Aquí entre nos, ¿a qué cargo aspirará Gamundi en el CEN tricolor?, porque no es lo mismo el béisbol llanero que el de las grandes ligas. A lo mejor hará lo que siempre hizo en Tamaulipas. A lo mejor, “y ni batallará” como diría Chanito Aguilar.

2.- El secretario de Salud, ¡salud!, es un hombre sincero de donde crece la palma. Acepta que solo vivió seis años en el estado, justo cuando su padre fue gobernador, más un año de servicio social en la región de Jaumave, lo cual no obsta pa’ comprometerse a salir avante en el reto que significa su nombramiento.

El doctor Norberto Treviño García-Manzo asegura que es un orgullo regresar a servir a la paisanada y uno se pregunta ¿porqué no lo hizo antes?. Usted dirá que nunca es tarde, y tiene razón, solo esperamos que las energías y el gusto se impongan a la nostalgia que representa haber dejado el estilo de vida obtenido gracias a sus esfuerzos en el laboratorio y la cátedra. Ni como negar que su merced es una eminencia y que de alguna manera otorga brillo a la administración. Y esto ya es ganancia.

Por otra parte agradezcamos a sus distinguidos pacientes le permitan ejercer la medicina social en la tierra que lo vio nacer.

SUCEDE QUE

Quienes saben de aguacates señalan que el flamante secretario de Educación invertirá la mayor parte de su tiempo en desenredar la telaraña que existe en la dependencia. Si es que la desenreda. Y hay cierta razón, pero deje que lo mero importante está en las aspiraciones que desde ahora se vislumbran aun cuando el sexenio apenas inicia. Ya verá que el manejo será estrictamente político lo cual implica tolerancia a ciertas conquistas del SNTE y de grupos íntimamente ligados a las estrategias tradicionales del PRI. “Lo uno es parte de lo otro” diría aquel.

Entonces habrá que sacudir el avispero, pero nomás tantito porque las consecuencias podrían ser fatales. Digo yo.

Y hasta la próxima.

(maxi-avila@hotmail.com)

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