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28 de mayo, 2012

Josefina Vázquez se ha pasado dos meses atacando un día a Enrique Peña Nieto y otro al patiño de Gabriel Quadri, pero ahora se pasó de la raya, al visitar Ciudad Juárez y aventarse la puntada de decir que sus adversarios la atacan porque le tienen miedo. ¿O sea que ella le tiene miedo a Peña y a Quadri? Por la forma en que los ataca, no les tiene miedo ¡Les tiene pavor!

Y este pavor es justificado. Sabe que las posibilidades de ganar la elección se reducen cada día y que si hay un cambio partidista en el gobierno, su estilo de vida va a cambiar, pues no tendría cabida ni en un gobierno que dirija el PRI, ni en uno del PRD. No solo cambiaría su status financiero, también el político. Dejará de ser Chepina, para convertirse en la que no fue, la candidata que no llegó, la perdedora. Y a diferencia de Andrés Manuel López Obrador, no podrá sobrevivir, políticamente, otro sexenio y dentro de unos cuantos años, será recordada como la mujer con la cual se suspendieron los gobiernos panistas.

Ahora que si esto se ve por el lado amable, una derrota del PAN bien pudiera motivar la refundación del PAN, para que regrese al PAN de Manuel Gómez Morín, de Efraín González Luna, de Manuel Clouthier, de Salvador Nava, de Carlos Castillo Peraza. Un partido realmente opositor, que combata la corrupción, la impunidad y que acabe con la complicidad.

Al PAN le urge volver a sus orígenes, para que no se le confunda con el PRI. Necesita convertirse en un partido desligado del gobierno, que permita la autonomía de sus legisladores, que termine con las genuflexiones vergonzantes que el de arriba impone a los de abajo, que aliente la crítica y la auto crítica, pero sobre todo que actúe con cero tolerancia contra los políticos de casa y los de fuera que medren con los recursos público.

Al PAN también le hace falta democratizarse y dejar de manejarse como un grupo familiar en el que se premia a los malos y a los maletas. Hoy, los próceres del panismo saben que se deben postular a una gubernatura para después, si pierden, exigir una senaduría. En estos 12 años de panismo, han abundado los personajes que se han lanzado en la busca de cargos de elección popular a sabiendas de que no ganarían, pero convencidos de que después, se les premiaría con delegaciones federales, legislaturas, cargos partidistas.

Ahí está el caso vergonzante de la señora Cecilia Romero que al frente del Instituto Nacional de Migración jamás se enteró de los 200 mil migrantes que anualmente utilizan el tren conocido como La Bestia, para movilizarse al norte del país, ni tampoco supo de los migrantes víctimas de la inseguridad, pero después tuvo la desvergüenza de pretender ser candidata presidencial y terminó como secretaria general del CEN del PAN. ¿Entonces se necesita ser sinvergüenza en el PAN para acceder a las mejores posiciones políticas?

Más que sentarse a llorar la inminente derrota presidencial, los panistas auténticos deben ir pensado en refundar su partido y devolverle la dignidad que tiempo atrás llegó a tener, dignidad que difícilmente recuperarán en el supuesto de que Josefina ganara, pues está en vez de mejorar al PAN, estaría más interesada en surtir los cajones de los armarios donde guarda sus joyas, en especial sus aretes de 48 mil pesos

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