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Sexenios

Raúl HERNANDEZ

29 de noviembre, 2012

Esté día terminan  -- esperemos-- tres sexenios de gobierno que han sido terribles para la mayoría de los mexicanos. Los ganones, han sido pocos.

La estabilidad marco económica  de la que presumieron las dos administraciones panistas no surgió con ellos,  como se jactan, surgió  con Ernesto Zedillo Ponce de León, ese personaje que  nunca quiso gobernar, se limitó a administrar al país. Y no surgió de la genialidad de Zedillo, de Fox o de Calderón,  fue el resultado de la línea impuesta por el Fondo Monetario Internacional y el Banco de México, más interesados en el cumplimiento de  metas económicas que en la gente.

En estos últimos 18 años, el gobierno federal, ha presumido logros marco económicos: una inflación  de un dígito, una paridad del peso frente al dólar más o menos estable, reservas internacionales sin precedentes,  llegada de grandes inversiones extranjeras. Frente a este neoliberalismo  feroz tenemos una economía informal siempre creciente,  poca  generación de empleos, más de 50 millones de pobres,   ausencia de transparencia en el manejo de los recursos públicos, una pobre educación, servicios de salud deficientes,  una corrupción  galopante y encima, una inseguridad que  se convirtió en ingobernabilidad en varios estados de la república.

Los panistas tuvieron su chance de transformar al país y convertirse en estadistas, pero en vez de eso uno prefirió hincharse  los bolsillos de dinero  tanto él como su prole política y el otro  concentró sus esfuerzos en una guerra fallida.

¿Qué debemos esperar de Enrique Peña Nieto? Cada inicio de sexenio es lo mismo: en los mexicanos resurge la esperanza de, ¡ahora sí!, tener un buen gobierno. Los que conocemos la historia quisiéramos  tener un estadista como Benito Juárez o como Lázaro Cárdenas. O ya de perdido un Alvaro Obregón, con todas sus ocurrencias y megalomanías, pero con aciertos como darle cabida en su gobierno al mejor Secretario de Educación que ha tenido el país, José Vasconcelos.

El Peña Nieto que vimos primero gobernando el Estado de México y después como candidato, ha quedado atrás. A partir de este sábado veremos un Peña Nieto transformado, sabedor de que durante los próximos seis años  gobernará el destino de una nación y sus 112 millones de habitantes. Corresponde a él trascender en los libros de  historia que se leerán dentro de 50 años -- salvo que se cumpla la  fantasía del Farenheit 451— o ser un Presidente más.

Gobernar  bien, no es tan difícil. Basta tener voluntad, pero qué difícil es que los políticos tengan voluntad.

Alguna vez escuche decir palabras del profesor Pedro Pérez Ibarra, a propósito de su destierro en Laredo, Texas: “La vida es muy cara, los impuestos te comen, pero cada dólar que pagas lo vez en las calles, en  la recolección de basura, en el agua que recibes en tu casa, en la seguridad, en  las escuelas, en los servicios de salud”. En pocas palabras, el gobierno funciona. Así  debiera funcionar el gobierno en México. Eso es lo que quieren los mexicanos y es la esperanza  que resurge cada inicio de sexenio. Hoy Peña Nieto tiene la palabra.

 

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