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Raúl HERNANDEZ

25 de enero, 2013

Cada tres años, antes de que  PRI defina a su candidato a la presidencia municipal, suelen presentarse casos de elementos que amagan con cambiar de partido, si no se les otorga la candidatura. En la generalidad de las veces, se trata de mero blof. No hay  intención real de cambiar de partido, es solo una estrategia con el fin de asustar al partido y que acceda a sus caprichos.

Hace un par de meses, por ejemplo, fue público que un ex diputado tuvo una plática con el PAN  donde planteó la posibilidad de lanzarse como candidato a diputado local.  El personaje en cuestión creyó que   una vez que se filtrara la información, el PRI correría a buscarlo para  pedirle que no se fuera del partido. Nada de eso sucedió, nadie se le acercó y el asunto de la candidatura  termino en el olvido.

El personaje más destacado del PRI que renunció a su militancia y se fue a la oposición,  fue el doctor Trinidad Garza Salinas, que en la década de los ochentas se fue  al PARM, fue su candidato a la alcaldía y le dio la competencia al PRI. Después, se convertiría en  diputado plurinominal.

Pero a diferencia de quienes patalean, gritan y amenazan con cambiar de partido, el doctor simplemente se fue al PARM,  desalentado por la forma en que actuaba el PRI. Nunca  chantajeo a nadie.

Ahora que hay que citar, que la experiencia que se tiene en el resto del país, es que muchos de los priistas que  renuncian a su militancia para irse a otros partidos, suelen destacar y con ellos cabe la frase aquella de que para que el palo apriete, tiene que ser del mismo palo.

Ahí están los casos de Ricardo Monreal, Arturo Nuñez, Marcelo Ebrad y hasta Manuel López Obrador, que  en su origen pertenecieron  al PRI  y al llegar a la izquierda le dieron a esta una presencia que no tenían. Pero esos son garbanzos de a libra. Aquí en Nuevo Laredo difícilmente se verá algo como eso.

Hoy es natural que  algunos de los que quieren ser, filtren el dato de que si el PRI no los toma en cuenta,  habrá otros partidos que si lo hagan.  De  hecho  estos partidos suelen acercarse con ellos, sí hay una invitación real para que sean candidatos, pero los invitados no acceden porque  están convencidos de que  cambiar de partido lejos de ayudarlos los perjudicaría.   Eso de que se pueden ir, es  es mero blof. Lanzan la advertencia para  que el PRI volteé a verlos, pero esas estrategias son tan chafas, que difícilmente van a conseguir su cometido.

Cuando el PRI define a su candidato, lo natural es que se busque integrar a todos que cargan algo en su morral, para  que apoyen el proyecto  ganador. Pero se busca a los  que verdaderamente  representan a un grupo  numeroso de  seguidores, que tienen buena imagen, una trayectoria conocida.

Si algún partido opositor le apuesta a una  fractura en el PRI y a que algunos de sus destacados personajes terminen cambiando de partido, van a tener poco éxito. La historia local así lo registra. Mejor harían los opositores en   formar sus propios cuadros, con elementos que  traigan bien puesta la camiseta. Hay que desconfiar de los que  cambian de partido con la misma  facilidad que cambiar de calcetines.

 

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