Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
10 de septiembre, 2010
A poco menos de cuatro meses de que abandonen sus puestos, el Obispo de la Diócesis de Victoria, Antonio González Sánchez, invitó a los políticos y funcionarios públicos que están a punto de abandonar sus puestos, a dejar las “máscaras” que se ponen para aparentar algo que no son así como olvidarse de la soberbia y aprender a ser humildes.
De hecho, esta invitación la hace la Iglesia Católica a los feligreses de la capital de Tamaulipas, expresó el líder religioso.
Señaló que “en nuestras relaciones con los demás, nos ponemos máscaras, fingimos cosas que no somos, exageramos cosas que hemos hecho o inventamos otras para llamar la atención, cedemos y hacemos cosas que sabemos que van en contra de nuestra conciencia y principios tan solo para ser aceptados por los demás, especialmente en la función pública”.
Antonio González Sánchez abundó que “llamamos la atención con gestos o formas de vestir, buscamos tener éxito y sobresalir en todo lo que podamos para cosechar la gloria humana, o también nos callamos cuando tenemos que defender la verdad, por temor a “perder el puesto”.
El líder religioso manifestó que independientemente de la investidura que cada persona tenga, "cada cual, consciente o inconscientemente, actúa no en pocas ocasiones movido por ese afán de ser enaltecido, de ser bien considerado por los demás, de estar cerca de personas importantes para sentirse importante uno mismo, de “escalar un puesto”.
“La verdadera grandeza humana la alcanza no el vanidoso, no el soberbio, no el que se creé más que los demás por ser importante, por tener poder o tan solo por estar cerca de personas importantes, sino el humilde, el que en todo procede con sencillez, el que incluso siendo una persona muy importante, se abaja para servir y elevar a los demás; esto para va para todos, en especial para quienes nos gobiernan”.
Puntualizó que “Para ser enaltecidos auténticamente, la virtud de la humildad es esencial en nuestras vidas. La humildad es el fundamento de todas las demás virtudes, la más importante de todas, es andar en verdad, no creerte más pero tampoco menos de lo que verdaderamente eres; con Cristo aprendemos a ser verdaderamente humildes”.