Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
22 de junio, 2012
Solo un milagro evitaría la derrota de Andrés Manuel López Obrador.
A la vista de la lectura de las encuestas y de las declaraciones que en las últimas tres semanas viene haciendo el propio López Obrador, es evidente que está preparando una estrategia post electoral para intentar justificar su descalabro. Esta estrategia post electoral se dará en función del tamaño de su derrota. Si la ventaja del ganador es de más de cuatro puntos –es decir, unos dos millones de votos-- sus protestas se reducirán a unos cuantos días de gritos y sombrerazos. Si la competencia es cerrada, entonces sí el país tiene que prepararse para las movilizaciones en varios puntos de la nación.
La debacle de López Obrador empezó el 3 de julio del 2006 cuando denunció un fraude que nunca pudo comprobar. A muchos de sus seguidores no les gusto verlo llorar como niña, cuando de antemano sabía lo que enfrentaba. Después, en el 2009, en un exceso de soberbia, cometió errores tremendos, como el de hacer pública la estrategia para que ganara en Iztapalapa Clara Brugada, presentando como candidato a Rafael Acosta “Juanito”, a quien después se obligó a renunciar, con amenazas de por medio.
En el 2011, López Obrador pudo demostrar vocación democrática permitiendo que el candidato presidencial de la izquierda a Marcelo Ebrad, pero lo doblegó y lo hizo a un lado.
En la campaña actual se ha dedicado a mirar la paja en el ojo ajeno y no en el propio. Así denuncia que los gobernadores priistas operan a favor de Enrique Peña Nieto, pero no dice nada cuando Marcelo Ebrad sale en la televisión apoyando su candidatura.
Se queja de que hay opacidad en los recursos de las campañas del PRI y el PAN y hasta ahora no ha transparentado el origen de sus propios recursos y de la fundación Honestidad Valiente que ha manejado más de mil millones de pesos en los últimos 6 años.
Cuando en octubre de 2011 visitó España, le preguntaron sobre el origen de los recursos con que financiaba su movimiento y prometió entregar documentos para clarificar esta situación, pero nunca cumplió.
Después del 1 de julio, el gran ganador de la izquierda será Marcelo Ebrad. Su grupo no solo habrá ganado el Distrito Federal sino que además surgirá el “qué hubiera pasado si Marcelo hubiese sido el candidato presidencial”.
La izquierda ganadora, o ganona, como usted guste llamarla, tendrá que ser muy enérgica y decidida, para cerrarle el paso a López Obrador y no dejarlo pretender continuar su campaña para el 2018. Seguramente él argumentará que Cuauhtémoc Cárdenas fue candidato tres veces y que Lula da Silva ganó la presidencia de Brasil en su cuarto intento, pero López Obrador no tiene la estatura política ni de uno ni de otro.
A ocho días de la elección, la suerte de López Obrador está decidida. Su derrota es inminente e inevitable, salvo que se dé un milagro y si el hombre tiene fe, ¿por qué no podría darse?
Si pierde, a muchos de sus seguidores les gustaría verlo aceptar su derrota con humildad y si gana, bien puede gritarnos: ¡Se los dije!